Otra vez, como contra el Sevilla, descifró el Real Zaragoza cuál es su papel en la Liga y cómo debe comportarse, con modesta arrogancia colectiva. No se dio un segundo de respiro, administró su oxígeno y aprovechó un grave error de David Cortés al principio del encuentro para desplegar las velas y llevarse tres puntos de gran valor en su larga aventura hacia la permanencia. Nunca le tembló el pulso y se acorazó detrás de una brillantísima armadura defensiva contra la que colisionó el Getafe, que perdió glamour y elegancia y ganó en vulgaridad por la presión del conjunto aragonés.

Fue el Zaragoza un equipo corajudo y fuerte, decidido y rocoso, poco dado a la concesión a la galería porque no está para exhibir habilidades que no sean las de la solidaridad absoluta y el contragolpe. Tuvo de nuevo a Suazo, autor del primer tanto tras regatear a Codina y del segundo con un magistral testarazo a falta botada por Gabi, y encontró a Roberto en la portería, que tomaba el testigo del cuestionado Carrizo. El guardameta resultó un estupendo descubrimiento y avaló con sus magníficas intervenciones su futura titularidad. Le exigió todo el mundo, Casquero y Soldado sobre todo, y el muchacho voló hacia las escuadras y sacó reflejos felinos en las distancias cortas.

La seguridad de Roberto y la listeza de Suazo fueron la proa de una escuadra con cañones en todas sus líneas. El 0-2 le dio razones al Zaragoza para afear el partido o, al menos, para robarle al Getafe su frac. Así Michel y sus chicos no supieron ni hacerse el nudo de la corbata mientras el equipo de Gay le hacia el de la soga con ayudas de dos y tres hombres en la asfixia en la medular. Boateng y Casquero se quedaron sin aire y a Edmilson le protegieron la mayoría de sus compañeros, entre ellos Ander como primera referencia para reducir las vías de salida del balón y de Arizmendi, Eliseu y Gabi para sellar cualquier fisura lateral. Contini, Ponzio, todo un coloso de lateral, y Jarosik se sintieron así autorizados a destruir sin agobios, aumentando la ansiedad de un enemigo que apostó sin éxito por más pólvora ofensiva con Albín.

En la recta final, el Real Zaragoza pudo golear de escándalo, pero Ander en una ocasión y Jorge López y Suazo en otras dos no supieron como engañar o sortear a Codina. Ni una sola finura se vio en el equipo aragonés, que actuó con grosor competitivo, como corresponde a un conjunto que de nuevo a entendido su rol en la competición y que por fin ha hallado un portero que permita celebrar los goles de Suazo sin mirar de reojo al área propia. El triunfo es de los que permiten desplegar otra vez la confianza perdida ante el Sporting. Son tres puntos que no curan pero alivian, que suturan esa cicatriz permanente a la espera de cerrarla un día. Lo antes posible.