Los Pirineos han hablado. Han dicho mucho, pero no han resuelto nada. Los Pirineos han hecho la selección de los que ocuparán las diez primeras plazas en París pero no han investido al ganador. Quedan los Alpes, con algunas etapas sensacionales, para ordenar la tabla. No cabe duda que la mayor sorpresa ha sido Voeckler, volcado en defender su maillot.

Cada día que lo recoge en el podio es una victoria personal y un regalo divino. Ayer hasta se atrevió a atacar. El pequeño actor francés tiene carácter. No reserva nada porque lo suyo es el día a día, pero en esa concatenación del presente, adobada con su osadía, podría llegar muy lejos. Los sabuesos aspirantes que le acompañan andan en medio de una gran igualdad. Piensan que pueden destronar a este rey del escenario y no les importa dejar que su equipo tire del carro.

Esta edición busca desesperadamente un patrón entre los hermanos Schleck, Evans, Basso, Contador... Ninguno se ha mostrado netamente superior, pero tampoco nadie ha perdido la rueda de ese grupo de señalados. Queda ese gran interrogante. Los Pirineos pudieron haber dado más juego, cierto, pero hay una tremenda igualdad que exige paciencia, autocontrol y una aplicación correcta de las fuerzas.