Marc Márquez repitió ayer, entre seis y diez veces, que había ganado "en casa de Stefan". Y si alguien que mide sus palabras con la habilidad de un profesor aprovecha cualquier pregunta para añadir la morcilla de que había derrotado a Bradl, líder del Moto2 y su máximo rival, en su propia casa, era por algo. No era, desde luego, gratuito.

En su planificación de la temporada, que insiste sería exitosa acabando entre los tres primeros del Mundial, Márquez tenía la fecha de ayer marcada en rojo: Sachsenring, nunca ha ganado allí un alemán, he de ganar yo y no Bradl. Pensado, meditado y hecho. "Ganar tres grandes premios seguidos en esta categoría tan igualada, complicada y con tantos candidatos no es cosa fácil", explicó el de Cerverá al bajarse del podio.