Hay vida. Sí que la hay pero hablando ese extraño dialecto del alemán que solo entienden los luxemburgueses. Hay Tour. Pues también, porque todavía no hay nada decidido y las apuestas están abiertas sobre quién llegará el domingo a los Campos Elíseos de París vestido de amarillo. Hay Contador. Por supuesto que lo hay, pero no para conseguir la cuarta victoria en la capital francesa. Este no ha sido, desde la presentación de equipos en el Puy du Fou, el Tour del pinteño.

Alberto Contador naufragó ayer a tres kilómetros de la cumbre gélida y ventosa del Galibier. Pero empezó a perder el Tour --solo él sabe si realmente ha tenido alguna vez opciones de ganarlo-- a 62 kilómetros de la meta, cuando el aguerrido ataque de Andy Schleck en el Izoard lo pilló demasiado retrasado y descolocado en el pelotón de las figuras. Contador no anduvo fino en la etapa reina, en la ruta de los Grandes Alpes, en el lugar donde podía sentenciar la carrera gala y donde todo el mundo esperaba a que diera su toque personal.

SIN FRESCURA Pero Contador ascendió ayer por cimas legendarias con demasiado peso en las piernas. Ni siquiera el cambio de bici, ligera al límite del reglamento, le sirvió para aliviar el ritmo. No era el pedaleo del martes, cuando atacó camino de Gap, ni el del miércoles, cuando se jugó el tipo en la encerrona italiana. Volvieron a ser las piernas de los Pirineos, lejos de la frescura que mostró en el Giro.

Si los Schleck tácticamente estuvieron muy torpes en los Pirineos, si salvaron a Contador en la ascensión a Luz Ardiden, ayer la estrategia de los luxemburgueses, con un equipo con cara y ojos (otros no pueden decir lo mismo), fue sencillamente extraordinaria. ¿Acaso Contador ya iba al límite en el Izoard? ¿Es probable que el silbido que Frank lanzó a su hermano para que demarrara y diera un golpe casi letal al Tour fue porque comprobó que el madrileño no ascendía con finura?

Si Contador hubiese sido el de siempre se habría marchado con el pequeño de los luxemburgueses. ¿Por qué regalarle hasta cuatro minutos si podía neutralizarlo bajando piñones y colocando el plato grande? No. Contador comenzó el Tour a contrapie, se fue al suelo demasiadas veces y solo intentó recuperar el tipo en puertos de segundo orden. ¿Es posible que el madrileño supiera que no iba a poder con los Grandes Alpes y por eso, por su genio y figura, lanzó fuegos de artificio en cumbres de segunda categoría?

Hoy toca el turno de Alpe d´Huezz. "Voy a ir a por el amarillo tras ganar la etapa. Yo no tengo miedo a perder. No va con mi carácter", proclamó Andy Schleck tras llevarse el triunfo y quedarse a solo 15 segundos de un increíble Thomas Voeckler ("¡Qué sufrimiento!", exclamó el francés en la cumbre del Galibier). Pero, muy difícilmente será el Alpe d´Huez de Contador. Ni probablemente tampoco el de Samuel Sánchez, cuyo objetivo de podio se fue a pique a falta de siete kilómetros para coronar.

´REGALO´ DE EVANS Mal día para la pareja que trataba de rivalizar con los hermanos luxemburgueses (Frank fue segundo en la etapa) y jornada extraña para Cadel Evans. Demasiada sangre fría, excesivo cálculo. Porque si las piernas de Contador no estuvieron ayer beatificadas para triunfar en el Galibier, el australiano regaló excesivo tiempo al menor de los Schleck. Porque cuando a falta de ocho kilómetros para finalizar la etapa se puso a tirar de verdad contra Andy, entonces comenzaron a caer minutos. La emoción sigue en la máxima intensidad. Pero, por desgracia, Alberto Contador no asistirá al ágape final por el jersey amarillo.

UNA PÁJARA Contador solo se detuvo en el Galibier para calmar el hambre con cuatro barritas de urgencia, vestirse de invierno y prepararse para el descenso. Eso sí, le fue imposible burlar a la nube de informadores que se formó en un plis plas a su alrededor. Le costaba hablar. La voz no tenía la frescura de los días anteriores y se le veía excesivamente cansado. Los ciclistas que llegan a meta más agotados acostumbran a pagar las consecuencias al día siguiente. Mucho más que aquellos que lo han dado todo por ganar, como fue el caso de Schleck.

"No iba bien. Desde luego que no iba bien. Ha sido una pájara. No lo sé tampoco. Pero a falta de 10 kilómetros ya me empecé a encontrar mal y a tres de la meta no he podido seguir el ritmo", reconoció el ciclista español después de acabar la etapa. Ya fuera de la bici, antes de buscar su autocar aparcado al pie del Galibier, así lo reconoció ante los medios. "El Tour ya está imposible". Qué le vamos a hacer.