Las llamaba "feas" y "gordas", las abofeteaba y azotaba con varas de bambú y látigos. Las judocas japonesas soportaron durante más de dos años los abusos físicos y psíquicos de su entrenador, Ryuji Sonoda, por miedo a que las denuncias las dejaran sin Juegos Olímpicos. El último escándalo que relaciona al deporte japonés con la violencia ha colocado al país frente al espejo sobre sus métodos de enseñanza.

El entrenador dimitió en febrero después de que 15 atletas, la mayoría olímpicas, hubieran firmado una carta que pormenorizaba los abusos. Sonoda, frente a las cámaras, reconoció que las acusaciones eran "más o menos verdad" y escenificó sus disculpas con las litúrgicas inclinaciones. "Quiero pedir perdón por todo el daño que he causado con mis palabras y hechos", afirmó. Un reciente informe del Comité Olímpico Japonés confeccionado tras largas entrevistas a la quincena de judocas y siete entrenadores concluyó que el comportamiento de Sonoda, un excampeón de 39 años, entraba de lleno en el "sadismo".

La preocupación nacional radica en que el caso, lejos de ser anecdótico, revela un ecosistema de podredumbre moral y silencio. Varios de los entrenadores secundaron a Sonoda en sus excesos. Sus prácticas eran un secreto a voces que la Federación Japonesa de Judo (AJJF, por sus siglas en inglés) ignoró. Las atletas ya habían enviado cartas anónimas durante meses y solo incluyeron su nombre después de los Juegos para evitar represalias. Recientemente se supo que Kaori Yamaguchi, medallista de bronce en Seúl, había denunciado ante los estamentos oficiales las quejas que le habían trasladado las atletas de Londres en septiembre. La AJJF se limitó a amonestar a Sonoda y reafirmarle en su cargo.

Los abusos de Sonoda son un revés para Japón, que aspira a organizar los próximos Juegos Olímpicos del 2020, compitiendo con Madrid, e intenta evitar cualquier información negativa. El presidente del Comité Olímpico Japonés, Tsunezaku Takeda, ha prometido que se hará "lo necesario para que no vuelva a ocurrir". Pero el director ejecutivo del comité, Noriyuki Ichihara, ha aclarado que el caso de Sonoda solo es "la punta del iceberg". "Este tipo de cosas están pasando y seguirán saliendo a la luz pública", dijo a la agencia de noticias Kyodo.