Estaba el CAI Zaragoza al borde del precipicio y vio pasar los fantasmas de todas las derrotas pasadas. Se le aparecieron los espectros de Cajasol y Canarias, se le manifestaron los espíritus de Berlín y Bonn. Y el equipo de José Luis Abós se rebeló contra su pasado y su destino, apretó los dientes, insistió una y otra vez en rebotes y lanzamientos, apeló al espíritu del Príncipe Felipe, se dejó el alma y venció al Fiatc Joventut, tumbando de paso a algunos de los fantasmas de su inicio de temporada, para anotarse la cuarta victoria del curso y liberarse.

Cada partido es un mundo y los equipos acaban siendo mejores o peores en función de cómo los interpretan y ejecutan. Hay que saber ver un encuentro de victoria aplastante y conseguirla y saber enfrentarse a un duelo a cara de perro y hacerlo caer de tu lado. El CAI realizó ayer una primera parte espectacular, quizá los mejores minutos de baloncesto de la temporada, pero llegó al final con el Joventut subido a la chepa y fue capaz de no dejarse vencer por los nervios, de aplacar la ansiedad. Venció en uno de esos finales eternos de tiempos muertos y tiros libres que convierten segundos en minutos y, sobre todo, se quitó un peso de encima. Nueva lección y una importante inyección de moral y optimismo para el futuro, que es mañana.

El encuentro de ayer fue una moneda. En el lado de la cara se vio un CAI primoroso, pases rápidos, buenos bloqueos, situaciones claras de lanzamiento y ejecuciones precisas. Una máquina de jugar y anotar, vamos. Enfrente, un Joventut desorientado, excesivamente relajado en defensa que llegaba siempre tarde. Las piezas de José Luis Abós encajaron al fin de manera clara, hasta Sanikidze brilló como jugador de equipo. El grupo pareció liberado, se desató desde el triple (anotó los cinco primeros que lanzó), Shermadini fue poco a poco ganando la batalla con Miralles, la grada se ponía de pie con cierta frecuencia.

La cruz fue, sobre todo, el tercer cuarto. Al Joventut no le quedaba otra que reaccionar y reaccionó. Aumentó su intensidad, su agresividad atrás. Los árbitros lo permitieron, para desesperación de los jugadores y del público, que silbó en numerosas ocasiones. El CAI ya no se encontró tan cómodo, la Penya empezó a mostrar sus armas, la anotación de Joseph, las tablas de Vives con 20 años, la muñeca de Kirksay y, poco a poco, fue reduciendo distancias. El equipo de Abós solo pudo anotar 9 puntos en ese tercer cuarto, aunque la verdadera diferencia estuvo en el rebote: 2 capturó el CAI, 13 se llevó el Joventut, segundas y hasta terceras oportunidades que los jugadores de Salva Maldonado aprovecharon muy bien.

Esa volvió a ser la desigualdad en el tramo decisivo, al que se llegó como si fuera un partido nuevo. En los últimos diez minutos, el CAI, liderado por Sanikidze en esa faceta, se llevó hasta 12 rechaces, uno de ellos el definitivo tras el tiro libre fallado por Vives, mientras que el Joventut se quedó en 4. Entonces fue el CAI el que, a falta del acierto del que había gozado al inicio, puso todo el corazón, insistió una y otra vez buscando el rebote, el lanzamiento, hasta llevarse el partido desde la línea de tiro libre. Supo mantener la concentración y la intensidad suficientes en defensa como para adjudicarse el triunfo y dejar atrás de paso a sus propios fantasmas.