El Real Zaragoza inició su nueva era, la que se abrió a mediados de julio, con un empate en Huelva que transmite sobre todo esperanza, que tiene muy buen sabor. Claro, el fútbol es ganar y solo sacó un punto del Colombino, pero pocas veces un empate tiene tanto aroma de ilusión de que se está trabajando en el camino correcto como el cosechado por el equipo aragonés tras tantas dudas en la pretemporada, con el abismo de la desaparición tan cerca y con una planificación de la plantilla a contrarreloj a la que aún le queda casi la mitad por hacer.

Con todas esas circunstancias, el Zaragoza cuajó un partido serio, plagado de disciplina, orden, intensidad y un espíritu que tan pocas veces se vio la temporada pasada, otra señal de que tantas cosas han cambiado desde que por suerte acabó el agapitismo. Al equipo le faltó el gol, aunque lo rondó en la segunda mitad, sobre todo por parte de Adán Pérez y de Álamo, porque aún son necesarios varios refuerzos en ataque, pero consolidó en Huelva, en el arranque del fuego oficial, que hay motivos para creer en los cimientos de este recién iniciado proyecto.

SENSACIONAL VALLEJO

Es verdad que el Recre de Oltra ofreció un nivel muy discreto, pero el partido para el Zaragoza tuvo muchas más noticias buenas que malas. Víctor, que está poniendo unas marcadas bases de solidez e intensidad, tenía claro apostar por Vallejo y el juvenil se lo devolvió con una actuación soberbia, como también fue notable el estreno de Cabrera, mientras que Diogo respondió bien en el medio, pese a no ser su posición habitual, y Whalley también confirmó la confianza del entrenador en él. Faltan cosas, claro, refuerzos y gol sobre todo, pero la idea colectiva, la sensación de unidad, de trabajo, de creer en lo que se está haciendo parece que ya se tiene. Y además ya no está Agapito Iglesias y su capacidad de estropear lo que pudiera funcionar bien.

En el Zaragoza solo jugaron ayer dos futbolistas de la primera plantilla del curso pasado (Fernández y Álamo) y hubo hasta ocho debutantes en partido oficial. Son dos datos que hablan de que el empate de Huelva merece que se le dé valor, mucho valor. Y, queda dicho, el Zaragoza hasta pudo ganar tras el descanso. Quizá tuvo más la iniciativa el Recreativo, con más posesión, pero se chocó con el muro zaragocista -esa solvencia atrás es más de medio pasaporte al éxito en Segunda- y las mejores ocasiones fueron visitantes, con dos balones que tocaron madera, de Adán y Álamo, y otro buen disparo del canterano, que mereció marcar y que merece seguir y no salir cedido.

Con Diogo en el medio y con muchas imprecisiones arrancó el partido. El Recre mantenía el balón, pero apenas inquietaba a Whalley gracias a la solidez defensiva y a una pareja de centrales sin fallos. Solo lo hizo en una jugada ensayada que acabó en un mal disparo de Jesús Vázquez. El Zaragoza solo sufría un poco por el carril de Fernández, que se entonó después, pero apenas creaba peligro arriba, donde Muñoz exhibió descaro y lucha, pero poco más. Sin embargo, una buena apertura de Adán en el área y un remate de Pedro, el más discreto del equipo, al que no llegó Álamo, supuso la mejor ocasión de la primera mitad.

Se abrió algo más el partido en la segunda parte. Javi Álamo rozó el gol tras un disparo en jugada personal y Adán estuvo a punto de encontrarlo en un taconazo con rebote en un córner. Mientras, Rubén Mesa remató flojo de cabeza en la única ocasión onubense. Con Diogo sin gasolina tras seis meses sin jugarun partido oficial, la salida de Rubén adelantó a Cabrera a la medular, para seguir manteniendo un nivel alto en el uruguayo, y la de Porcar metió a Álamo como ariete, lo que aún generó más inquietud en el rival. El canario hizo la jugada del partido, pero su pase de la muerte se encontró con el despeje de Córcoles cuando Adán Pérez ya se relamía minutos después de que un disparo de éste saliera junto al palo. Seguro que esa jugada no se le va de la cabeza al canterano, que hubiera redondeado un gran estreno oficial con ese gol.

Los minutos finales no trajeron ocasiones. El Zaragoza acabó entero y sin pedir la hora, otra novedad, sin sufrir, con Whalley controlando los balones aéreos y con una irrupción todavía fría de Jaime Romero, pero con un empate al que hay que darle más valor que el punto que refleja en la tabla, porque aumenta la sensación de un nuevo horizonte.