En este inicio de temporada con tantos episodios convulsos, con la primera crisis deportiva mediante, con la figura del entrenador en el ojo del huracán y con aquel conato de incendio institucional por las declaraciones cruzadas de Fernando Rodrigo y Ángel Martín González, por cierto e indudablemente dos de las personas con mayor capacidad y talento para lo suyo en la estructura de la SAD, también ha habido buenas noticias. Por supuesto, la primera la recuperación del equipo en el último mes después de ese acierto táctico de Popovic, o de quien fuera, de cambiar el sistema de juego, que ha dado con un Real Zaragoza mucho más sólido, seguro y, sobre todo, capaz de no conceder apenas goles y de sacar buenos resultados.

No ha sido la única. Este arranque de Liga tiene varios nombres propios. La aparición estelar y por sorpresa de Ortuño, el orden táctico de Erik Morán, figura clave en el éxito terrenal del nuevo orden, los fogonazos, todavía pocos, de Hinestroza y, especialmente, la consistencia de Cabrera.

El uruguayo llegó la pasada temporada en busca de un lugar idóneo para dar un salto adelante, para convertir las expectativas en realidad. Este año lo está haciendo. Autoritario, contundente, instintivo, rápido, convincente, seguro, expeditivo... Con mucho carácter, haciéndose respetar, Cabrera es una garantía y un futbolista intocable en este Zaragoza. Su asociación con Vallejo también ha influido decisivamente en la recuperación colectiva. Cabrera ha encontrado su sitio.