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Delmás, ni más ni menos

Delmás, ni más ni menos

En la noche de Cristian Álvarez, que atajó, despejó y rechazó flechas, balas, proyectiles inteligentes y un penalti sospechoso, Julián Delmás se movió por el partido como un auténtico caballero. El portero fue el héroe de El Molinón con intervenciones que apagaron la traca de errores defensivos habituales del Real Zaragoza, desnudo hasta la indigencia por el costado de Ángel y en pánico constante con Grippo y Verdasca. Pero el aragonés no quedó por detrás del cancerbero en méritos. Antes de acudir a su gol, el de la victoria, no sobra para nada repasar su trayectoria por Gijón, plena de apasionamiento, madurez, implicación y velocidades varias para reaccionar y darle sentido al balón en la salida. Con versiones al gusto. Del muchacho se puede decir con absoluta certeza que es el único de los cuatro de atrás que jamás tiembla si le presionan. Le viene la pelota y la trata como una contundente dulzura, con la cabeza levantada y la decisión tomada mucho antes de que surjan los problemas o se ofrezcan las soluciones.

De hecho, su carril fue la mejor vía de arranque de un Real Zaragoza al que le funcionan a medias las pilas en muchas posiciones, en jugadores de una intermitencia preocupante casos de Febas y Papunashvili. Julián, desde un puesto al que se le suponen labores de menos esmalte futbolístico, va creciendo tanto que ahora mismo ha alcanzado una titularidad muy difícil de rebatir. Inteligente y listo, su evolución se ha plasmado en una encuentro en llamas, de esos que exigen personalidad y buenas decisiones. Sabe dónde estar y cuándo aparecer en escena. Aún en pleno aprendizaje, impartió lecciones de maestro.

Mejorando cada día, con asistencias y explosivas irrupciones en la búsqueda por lo general de Borja Iglesias, a quien reclama con fervor, emociona su forma de desenvolverse, con respeto a sus funciones naturales pero volando hacia otros destinos que, sobre el papel, no le corresponden. Ya había avisado de su apetito cabeceador cuando se apunta a los saques de esquina, pero hasta este partido no había llegado tan lejos. Le gusta pisar el área rival a toda máquina aunque también en acciones a balón parado. A esa insolencia bienaventurada le debe el conjunto de Natxo González los tres puntos en un campo donde sólo se había impuesto el Cádiz, un triunfo que alegra el delicado corazón de su equipo. No fueron Borja, ni Vinicius, ni Papunashvili... Resultó que la volea de experto delantero centro la cazó Delmás, quien no pasaba por allí por casualidad. Estaba instalado la hora y le fecha señaladas por la intuición y acudió puntual para firmar un gol bello obsérvese desde la estética o por la mirilla de la necesidad. Cristian Álvarez hizo que ese tanto no pasara desapercibido, para abrillantar como se merece la actuación de Delmás, ni más ni menos.

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