Ninguna de las 33 furgonetas de la Brigada Móvil de la Ertzaintza que se desplegaron en los aledaños del estadio bilbaíno de San Mamés llevaba a bordo un equipo de reanimación cardiopulmonar que los ertzainas hubieran podido utilizar para mantener respirando a su compañero Inocencio Alonso hasta que llegara al hospital de Basurto. Alonso murió durante la batalla entre hooligans bilbaínos de Herri Norte y ultras rusos del Spartak de Moscú.

La ausencia de un desfibrilador y un ventilador (RCP) entre el equipamiento de los ertzainas es uno de los eslabones de la cadena de errores del operativo de seguridad que desde la noche del jueves extienden la indignación en el seno de la policía vasca. Sus principales sindicatos emitieron duras críticas contra el Departamento de Seguridad del Gobierno Vasco. «La consejera ordenará ahora instalar equipos RCP, pero será tarde, después de muchos años solicitándolo», se lamentó Juan Carlos Sáenz, vicesecretario general del Sindicato Profesional de la Ertzaintza. Mientras, los compañeros de Inocencio, cuya muerte causó conmoción en el fútbol español y generó numerosas muestras de condolencia, entre ellas la del Real Zaragoza, están a la espera de que un informe forense aclare si su muerte fue tan fortuita como se ha dicho.

El análisis médico aclararía si su fallo cardiorespiratorio tuvo que ver de alguna forma con el impacto de una bengala que, supuestamente, el agente sufrió minutos antes de desmayarse. A los agentes les sorprendió que nadie hubiera planeado separar a las dos aficiones. Es una precaución habitual en los partidos «de alto riesgo». Fuentes de la policía vasca lamentaron también que la mesa de crisis se cerrara a las 21.00 horas, pese a que la situación de peligro se prolongó más.

Y, como ocurre con frecuencia en los partidos de alto riesgo, los antidisturbios incautaron un amplio y variado arsenal a los hinchas violentos.