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MUJER Y DEPORTE

La presidenta pionera

Marisa González dirige desde hace diez años el CD Unión, uno de los clubs de fútbol más grandes de Zaragoza con 25 equipos.

La presidenta pionera

En cuanto cruza las puertas del campo de fútbol El Rabal todo el mundo se acerca a ella, para completar una inscripción, para consultarle una decisión o simplemente para saludarla. En el barrio, donde lleva toda la vida, también la conoce todo el mundo. Es Marisa González, desde hace diez años presidenta del CD Unión La Jota Vadorrey, uno de los clubs de fútbol más grandes de la ciudad con 25 equipos. Una pionera sin quererlo que, con su ejemplo, ha mostrado el camino a otras mujeres para que el fútbol deje de ser un reducto masculino y avance poco a poco hacia la igualdad.

No es algo nuevo que las mujeres se acerquen al fútbol y cada vez es más habitual que dejen de ser espectadoras y se involucren jugando, arbitrando o entrando en una junta directiva. Es lo que hizo Marisa González hace algo más de diez años cuando el Vadorrey necesitaba ayuda para no verse abocado a la desaparición. Dieron el paso al frente tres mujeres, de las que solo ha podido seguir Marisa por distintas circunstancias. Nunca se vio como una precursora, aunque ahora al echar la vista atrás sí aprecia el camino que ha abierto para el resto, una senda que han recorrido otras directivas.

Además, el auge del deporte femenino es imparable y eso también se nota en el fútbol. «Este año me he sentido muy bien porque en la cena de final de temporada de la Federación había muchas mujeres. Cuando empecé a ir estábamos muy pocas, Marta Frías, yo y poco más, y ahora se ve otro ambiente. Mujeres que empiezan, árbitras, jugadoras… no sé a quién le dije, por fin se van viendo cosas. Incluso la gente asume ya que las mujeres podemos estar ahí. Me reí mucho con un presidente de un club que me dijo refiriéndose a una directiva, esta es la próxima presidenta».

Nunca se ha sentido una extraña ni mal tratada o mirada por ser mujer, aunque sí notó cierta soledad al principio. «En el club nos vieron con buenos ojos porque íbamos a ayudar. No sentí una sensación extraña, al menos en el entorno de aquí. Las tres colaborábamos bastante en los equipos de nuestros hijos y todo el mundo tenía asumido que podíamos hacerlo. Me he sentido más extraña cuando he sido presidenta y me he tenido que relacionar con el mundo exterior del club. Ahora soy una más», dice.

El fútbol se está abriendo y está cambiando, así lo percibe Marisa después de tantos años al frente de un club tan grande. «Era masculino, en pasado. Hay muchas mujeres que están tirando de los equipos aunque no sean presidentas. Hace dos años tuvimos aquí a unos franceses y la que dirigía el club era una mujer pero el equipo está en un entorno musulmán y no va a poder ser nunca presidenta oficialmente, porque está mal visto. Me chocó que pasara en Francia. Aquí también hay directivas que tiran del carro y los presidentes son hombres».

En esta década que va a cumplir (y celebrar con una jornada de 24 horas de fútbol en mayo) como presidenta lo más difícil fue, precisamente, crear La Unión con la fusión del Vadorrey y La Jota. «Aunque fue dura, al final ha sido un éxito, la gente del barrio es toda una y ha funcionado. Había reticencias por ambas partes, fueron negociaciones durísimas, pero fue un acierto», recuerda. La decisión del ayuntamiento de crear un campo para las dos entidades fue lo que motivó la fusión. Ahora eso, la existencia de un solo campo, es uno de los hándicaps del club, que no puede crecer más allá de los 25 o 26 equipos anuales.

Y entre los debes se encuentra la creación de un equipo femenino. «Tener una presidenta y no tener un equipo femenino…», señala. En años anteriores el problema fue la falta de espacio, por eso esta temporada han hecho hueco para contar con uno, pero finalmente tampoco podrá ser. «Es complicado traer un grupo de doce niñas, prefieren quedarse donde están», explica. No obstante, sí hay niñas jugando a fútbol en La Unión, integradas en los equipos benjamín y alevín. «Las chicas son iguales o mejores que los chicos con los que juegan. Que luego cuando crecen se pueden ver más diferencias, pues puede ser, pero hasta que son infantiles o cadetes no hay diferencias. Puedes alucinar con cómo juegan las niñas, y con qué ganas», afirma.

DE BARRIO

El Unión tiene ánimo socializador. «Esta es una zona urbana pero rural, porque todo el mundo se conoce», indica sobre La Jota y Vadorrey. Por eso para el club es tan importante conseguir éxitos deportivos como que todos los niños del barrio que quieran jugar a fútbol puedan hacerlo. «A todo el mundo le gusta ganar títulos, pero en este club sí podemos diferenciar la parte social y de competición. Al inicio contábamos con dos clubs que se habían quedado rezagados con respecto al resto de Zaragoza porque nadie quería venir a las instalaciones que teníamos y era difícil mantener las categorías. Ahora hemos mejorado, tenemos de todo. Estoy orgullosa», señala.

A esa labor social han contribuido las ayudas públicas. «Llevan dos años dando subvenciones en función de los ingresos y hay bastante gente que las necesita. No sabía que había tanta gente. Es una cosa positiva que se ha hecho. Ha habido años que te quedaba mucho dinero por cobrar de gente que no puede pagar. Y esto ha ayudado a que eso no pase», apunta Marisa, que reclama una legislación nacional que regule las cuestiones laborales y fiscales de los clubs de fútbol sin ánimo de lucro. Ella abrió el camino. Y piensa seguir avanzando.

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