El Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido cumplió el año pasado el centenario de su creación. Fue un 16 de agosto de 1918 cuando lo declaró Alfonso XIII en el municipio de Torla. En un principio integraba el parque nacional tan solo el valle de Ordesa. Con los años se unieron otras tres joyas del Pirineo como el Cañón de Añisclo, el valle de Pineta y las Gargantas de Escuain.

Mucho se ha hablado en los últimos años de la ampliación de este rincón del Pirineo aragonés. En la actualidad tan solo tiene 15.608 hectáreas de extensión, mientras el vecino Parque Nacional de los Pirineos franceses le supera con 45.707 hectáreas, protegiendo toda la parte central de la cadena.

Numerosas zonas limítrofes del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido merecerían ser protegidas. Hay casos evidentes como Chistau, con el macizo del Posets, el Circo de Barrosa o las laderas resecas de Cotiella. Pero uno de los lugares más espectaculares por su belleza salvaje y soledad es el Alto Valle del Ara. En un futuro se merecería ser la quinta joya de la corona junto a Ordesa, Añisclo, Pineta y Escuain.

Su protagonista de excepción es el Ara. Representa la cuenca fluvial pirenaica de mayor entidad que todavía se conserva virgen, sin ninguna regulación, lo que le convierte en el mayor río salvaje del Pirineo. Desde su nacimiento en la vertiente oeste del macizo del Vignemale hasta su desembocadura en Aínsa, tributando en el Cinca, no cuenta con ninguna presa. En el siglo pasado afortunadamente se pudo echar para atrás su represamiento en el embalse de Jánovas.

El Arazas

Es a la altura del Puente de los Navarros cuando el Ara recibe las aguas del Arazas. Este curso proviene del macizo del Monte Perdido y se precipita en bellas cascadas hasta que tributa en el padre Ara. La Garganta de Bujaruelo es una visita obligada para los turistas estivales. Son ocho kilómetros de pista (se ha proyectado una carretera) hasta que se llega mesón y al camping de San Nicolás de Bujaruelo. Durante los meses estivales se recomienda a los senderistas no atravesar la pista puesto que se verán envueltos por la polvareda que levantan los coches. Es mejor tomar un sendero que discurre paralelo al Ara. Además, las torres de electricidad rompen la bella armonía de las paredes repletas de bosques.

Es en San Nicolás de Bujaruelo con su bello puente románico donde se abre de nuevo el valle. En estas fechas recuerda a pequeña escala al paisaje playero de Salou con grandes y chicos tomando el sol y dándose un bañito. Los turistas ven llegar a los senderistas que llegan cansados después de sus largas caminatas por la Brecha de Roldán, el Circo de Gavarnie y su bajada por el Puerto de Bujaruelo.

Es en este punto donde se encuentra uno de los otoños más apreciados del Pirineo aragonés. Y es aquí donde los turistas dan paso a los montañeros y senderistas. De norte a sur el valle guarda grandes sorpresas en forma de valles laterales a lo largo de casi 20 kilómetros de longitud. El gran señor de la vertiente sur oeste es el Vignemale, el techo del Pirineo francés con sus 3.299 metros de altitud. Se encuentra en la frontera con España y aquí muestra su imagen más austera, lejos de la espectacularidad de las paredes de la vertiente norte y de los glaciares del valle d’Ossue.

Las travesías son múltiples a partir del mesón de Bujaruelo. La columna vertebral es el Gran Sendero Pirenaico G.R-11. Al este viene de Ordesa y al oeste se dirige al Balneario de Panticosa. Esta es una de las etapas más bellas y frecuentadas por los senderistas. Es un recorrido de ocho horas de marcha con un desnivel de subida hasta el Puerto Viejo de Brazato de 1.350 metros de desnivel.

Este tramo de gran belleza puede realizarlo un senderista de un nivel medio y llegará al final de la etapa en ocho horas de marcha. El recorrido es bastante cómodo y se asciende en escalones. Tras superar el Ara en el puente de Oncins, la pista se convierte en una auténtica pared. A la izquierda se divisa el valle de Otal, coronado por el pico Tendeñera. Durante una hora el andarín transita por una garganta y bajo la agradable sombra de un espeso bosque de hayas.

Valle de Ordiso

Tras una hora de camino se llega a la cabaña del Vado de Ordiso (1.580 metros de altura), final de la pista ganadera y entrada al valle de Ordiso. Es aquí donde aparece por primera vez con toda magnificiencia el pico de Cerbillona (3.248 metros), perteneciente al macizo del Vignemale. De manera paulatina desaparecen los árboles y se adueñan de las laderas las praderas. El camino está perfectamente señalado por las marcas de pintura roja y blanca.

De manera progresiva se va ascendiendo sin excesivo esfuerzo. Tras una hora desde Ordiso se alcanza la cabaña de Cerbillonar (1.800 metros). Es una gran explanada desde la que parte con un camino amojonado el ascenso al pico de Cerbillona. El sendero se endurece en el último tramo hasta el desvío al Puerto Viejo de Brazato (2.566 metros) que baja a Panticosa. En dirección norte se puede alcanzar Francia por el Col de Aratille al valle de Marcadau y por el Col de los Mulos a la vertiente norte del Vignemale.