No se trata de que guste o no guste ni de buscar como objetivo principal el aplauso fácil, traicionero a la vuelta del primer mal resultado. No se trata de que respete o no respete la manera histórica de entender el juego de este club ni una determinada estética. En una situación de emergencia como la actual se trata únicamente de que funcione. Que el modelo que ha elegido Juan Ignacio Martínez para reavivar el fuego, una llama que había quedado en unas malas brasas tras 18 jornadas terroríficas, con 13 puntos sobre 54 posibles, transporte al Real Zaragoza hasta la orilla de la salvación. Hasta la vida. Tiempo habrá entonces para los rectores de la Sociedad Anónima de elegir qué quieren, cómo y con quiénes. El momento, desde luego, es para que soplen con fuerza vientos de cambios.

Hasta ahora, la propuesta de JIM ha sido rotundamente exitosa. Así lo dicen los números, que es la manera que los seres humanos nos hemos dado para medir los triunfos y ponerle nombre y apellidos a los fracasos en el deporte. En sus 15 jornadas en el banquillo, solo el Espanyol ha sacado más puntos. El técnico se encontró un equipo derruido y deprimido a cuatro puntos de la zona de la permanencia y lo ha levantado hasta llevarlo donde está ahora, cuatro por encima. Todo con una idea conservadora, que tiene como primera norma el orden y como meta obsesiva reducir los goles encajados para, luego, en ataque, buscar el máximo con el mínimo. Con ese modelo, el Zaragoza de JIM ha ganado cinco partidos en casa, empatado uno y perdido otro y solo ha recibido un tanto (en propia meta).

Tras cerca de cuatro meses sin apenas verle las caras a los cocos de la Liga, el calendario se complica desde este domingo contra el Almería, uno de los aspirantes al ascenso directo. Luego vendrán el Girona, el Espanyol, el Mallorca o el Leganés. Hasta hoy, el plan de JIM ha funcionado. Ha servido para resucitar al Real Zaragoza y ponerlo en disposición de salvarse. La propuesta no va a cambiar. En las nueve jornadas que restan va a pasar la prueba del nueve.