Tras 27 años, los caminos de la Escuela Waterpolo Zaragoza y Fran Orizo se separan. Después de una temporada que el técnico considera «de las mejores de los últimos años» deportivamente, pero «muy dura» en lo estructural y lo económico, ha llegado el momento de despedirse. El entrenador asegura que se va «con buen sabor de boca» a pesar de que este curso han recibido una subvención mucho menor que los anteriores (aun estando en la misma categoría) y además el covid-19 les ha puesto muchos impedimentos con las instalaciones. Han tenido que invertir más en este sentido. 

Pero no puede irse a disgusto, ni recordar los malos momentos, porque, para él, «el club ha sido todo». «Mis mejores amigos de toda la vida han salido del club, mi mujer fue hace muchos años jugadora mía, como estoy con ella tengo los hijos que tengo, he estado viviendo de mi pasión los últimos once o doce años y esto solo se lo puedo agradecer al club», confiesa el preparador, que era el único técnico profesional de la entidad y eso es, en parte, precisamente lo que le lleva a buscar otros horizontes. 

En una situación económica complicada, la Escuela Waterpolo no puede permitirse pagar un entrenador profesional para el equipo de División de Honor. «En agosto tuvimos una reunión y se nos avisó de que con la reducción de la subvención iba a ser complicado mantener mi sueldo», explica Orizo y añade que fue entonces cuando empezó a plantearse que «no quería ser una rémora». Desde que lo comunicó, en mayo, la entidad ha hecho «todo lo posible para que siguiese una temporada más, pero sería a coste de andar muy ajustados la siguiente», asegura. No tendrían margen de error por si surge algún imprevisto. 

«Hemos llegado a un acuerdo y creo que desde el punto de vista económico es beneficioso para el club», apostilla el entrenador de waterpolo que, además, también considera que era hora de finalizar su etapa con el conjunto zaragozano porque en él se había «vaciado». «He aportado todo lo que he podido», asegura y prosigue relatando que ha llegado «el momento de dar un paso a un lado». Aunque para él, llegar a esta decisión después de 27 años en la disciplina ha sido «complicado».

«Para mí era mi vida, no puedo tener malas palabras ni malos recuerdos», asevera y reitera que aunque «ha habido momentos mejores y peores», ha sido su vida. Ahora le toca buscar nuevos horizontes, aunque como su desvinculación con el club queda muy reciente todavía no ha «barajado nada». Sí quiere seguir vinculando a lo que ha sido su profesión en la última década, el waterpolo, a pesar de que es consciente que para vivir de ello tendrá que abandonar la comunidad. «Aquí me he vaciado y ya no sé por dónde ir, pero mi profesión es ser entrenador de waterpolo», afirma con confianza. 

Sabe que será «complicado» encontrar un trabajo con las mismas características, pero está convencido de lo que quiere buscar: «Algo de lo mío y si no sale no seré el primero ni el último que se vaya al paro». Por su parte, la Escuela Waterpolo tendrá que buscar un nuevo entrenador para la próxima temporada en División de Honor femenina.