Llevan dos semanas sin parar por nuestro Pirineo aragonés.

Iker vino antes y estuvo escalando por Valle de Tena. Es el que más visitamos con el de Aragón. Este es nuestro Pirineo. Hemos estado dos semanas haciendo escalada en hielo en Izas: Historia de Eau, Evasión, Notre Dame… También subimos el Pico Aspe y lo bajamos esquiando por la cara sur.

Como buenos vascos, estas montañas fueron el sitio de su recreo desde bien chiquitos.

Dicen que somos una invasión (ríe). Todos los veranos de pequeños estábamos con los aitas veinte días en Pirineos o Alpes y veinte en Motriko, en la costa vasca. Tenemos muchísimos recuerdos de Pla de Senarta en Benasque, en Broto, por Ordesa o Pineta. Al principio, como un juego, con la tienda y luego con una autocaravana. Yo me saqué la titulación de esquí en Candanchú con Eduardo Roldán. Los vascos y los aragoneses tenemos mucho en común.

Su escuela fueron ‘tresmiles’.

El primero fue el Taillón. Con 17 ya nos habíamos subido los 50 picos más importantes, casi todos los principales. Nosotros hemos traído a muchos amigos, sobre todo estadounidenses, que tienen una imagen de Pirineos de lomas verdes y vacas, que lo hay, pero también grandes precipicios y aventuras. Siempre te sorprende. Hace dos años subimos la Pala de Ip, que le teníamos ganas.

¿Aún quedan lugares por descubrir en Aragón?

Hay macizos espectaculares, como Peña Telera, con rincones con mucha dificultad. En roca tienes Albarracín, que en boulder tiene nivel internacional y es la escuela española más reseñable. En grandes paredes no puedes olvidar Riglos, que siempre recomendamos, u Ordesa en alpinismo en roca. Rodellar es épico. O Montrebei, que es menos conocido.

Hoy estarán en Benasque en un acto promocional con Jonatan Larrañaga y Carlos Logroño, enseñando a escalar en hielo.

Queremos acercar el mundo de la escalada en hielo al público. La roca o la deportiva es más accesible para todos, pero en el hielo necesitas más medios, es más caro, por lo que queremos dar una oportunidad e inspirar a la gente. Somos muy motivados y por eso somos motivadores, transmitimos. Hacemos la montaña por pasión. Es nuestro trabajo, pero no lo dejaremos de hacer nunca.

Han optado tres veces al Piolet de Oro, ‘Óscar’ del alpinismo. Tienen reconocimiento internacional sin haber hollado un ‘ochomil’.

Siempre hemos llevado nuestro camino, somos independientes y no hemos entrado en la corriente del alpinismo actual, del ochomilismo. Eso no va con nosotros. Sabemos que es más difícil que se te reconozca llevando un camino más auténtico. Pero creo que hemos conseguido el reconocimiento internacional, tenemos marcas importantes que nos apoyan, sin que eso nos condicione a seguir haciendo lo que queremos. Cuando hemos sufrido alguna presión hemos cortado la relación. Nos interesa mucho más nuestro vínculo con la montaña, comunicarla y transmitir esa pasión, más que hacernos famosos o ganar dinero. Porque la vida es corta y la verdadera motivación debe ser hacer las cosas que te gustan. No perdemos tiempo en temas superfluos.

En la élite se venden proyectos que realmente no son tan interesantes. Es lo que hay. Es el mundo de la inmediatez, todo debe ser rápido y todo se debe vender. Es verdad que nosotros, como profesionales, tenemos una imagen, pero diferenciamos una cosa de la otra. No vendemos humo, valores que no van acordes con el montañismo. No estamos en la cultura del pelotazo. Y quizá por eso, por nuestra sinceridad, por no dañar a nadie, la gente nos apoya, nos quiere y nos reconoce. Creo que se nos ve como escaladores de culto. Que quizá ahora no tenemos todo el reconocimiento, pero con el tiempo se revisará lo que hicimos.

¿Cuál es la motivación que les lleva a elegir una expedición?

La estética. A la edad que tenemos, sabemos que no vamos a subir todas las montañas que nos gustaría porque la vida es caduca. Elegimos el proyecto porque nos llena, nos pone esa montaña. Es como cuando eres niño, que subías a un sitio porque era chulo. Claro que hay razones de dificultad, porque nos gusta superarnos, que sea algo que nos cueste.

En 20 años de intensa trayectoria han alcanzado cumbres en los siete continentes: en el Ártico, la Antártida, Madagascar o Tasmania. ¿Cómo localizan estos retos?

Es una labor ardua. Pones Everest en Google y el ordenador te peta. Esa es la señal de que no va a ser una gran aventura. La gente no lo sabe, pero nosotros sí. No hacemos las cosas para los demás. Otra cosa es que sí nos gusta dejar un legado. Es uno de nuestros grandes objetivos, no tanto hacernos ricos, sino que cuando tengamos 80 o 90 años miremos hacia atrás y nos digamos que cuando pudimos lo dimos todo.

¿Objetivos para 2022?

Nos gustaría terminar el proyecto de los cuatro elementos. Llevamos dos años sin completarlo por el covid. En verano esperamos volver a Himalaya o Andes, no sabemos, pero abriendo rutas nuevas.

Viajando por todo el mundo serán testigos de cómo azota el cambio climático a las montañas.

Por supuesto, solo hay que ver el Pirineo. Cómo era el glaciar del Aneto cuando subíamos con el aita o lo que hay que escalar ahora para llegar a las cuevas que hizo Russell en el Vignemale, cómo se ha retirado el glaciar del Ossoue. 

¿Ven unos Juegos en el Pirineo?

Sería muy bonito, porque pondría a los Pirineos en el mapa. La realidad es que si tenemos un invierno bueno va a lucir y si sale malo a lo mejor nos quedamos con el culo al aire. 

Han reconocido que su montaña favorita es el Cerro Torre, donde esta semana fallecía el italiano Korra Pesce. ¿Uno se acostumbra a convivir con el riesgo? 

Cuando eres joven piensas que eres inmortal. En esos años hacíamos actividades muy potentes. Las seguimos haciendo, pero quizá sí es verdad que tenemos fama de ir con mucha cabeza, porque, si no, no hubiéramos llegado a esta edad que tenemos. El accidente del Cerro Torre te da que pensar, que la montaña te lo da todo, pero también te lo quita. Lo sientes de una forma muy intensa. Te replanteas muchas cosas, cualquier accidente, de alguien que está haciendo una actividad en el Pirineo o de alto nivel. Te duele, porque la comunidad alpina somos una gran familia.

Para muchos son superhéroes.

El mundo de la montaña que nosotros hacemos no tiene más importancia que el que va a buscar setas. Lo esencial es el vínculo con la naturaleza, amarla, respetarla, y eso unirlo a valores básicos como el compañerismo o la superación. El resto son egos. Nosotros hacemos la actividad que hacemos. Para superarnos tenemos que doblegar un nivel, pero somos capaces de disfrutar igual llegando a un lago o un collado.