La montaña en Aragón

Rocas de silencio

Javier Magallón reivindica en ‘Escaladas insólitas del Maestrazgo de Teruel’ el potencial de 220 vías de clásica

Conquista en el séctor El Perro en el Embalse de Santolea, cerca de Castellote.

Conquista en el séctor El Perro en el Embalse de Santolea, cerca de Castellote. / JAVIER MAGALLÓN

Sergio Ruiz Antorán

Sergio Ruiz Antorán

Setas y pozas. Dos secretos que, al ser identificados, marcan la integración del neorrural en la aldea. Compartir esos dulces tiene riesgos: romper la belleza de la calma. La fiebre del paraíso cubre Instagram de reels de escondites idílicos que agonizan todo su encanto cuando llega la invasión viral.

Javier Magallón es valiente. Lo es porque no calla en el silencio. Porque se atreve a regalar sus joyas porque «no vamos a morir de éxito. Aún cuesta mucho venir a Teruel». Él es el autor del libro Escaladas insólitas del Maestrazgo de Teruel (Desnivel, 2023), una guía para adentrarse en 220 vías de escalada clásica en una comarca con una grandeza geológica y deportiva sublime que «sigue estando demasiado lejos».

La despoblación ha sido aquí una alianza. Su densidad siberiana permite una conservación de una naturaleza abrupta, levantada por los movimientos del Cretácico, que afilan afloraciones de verticalidad amada por los escaladores con corazón de aventureros. Un lugar «semivirgen donde aún se pueden abrir vías en pleno siglo XXI. Teruel es un espacio muy poco manipulado. Vas al Órgano de Montoro y no te encuentras a nadie. Son espacios de búsqueda de uno mismo, donde se sigue escuchando el silencio, un bien tan escaso», dije Javier Magallón. 

Él no tiene miedo a destapar un tesoro a los ladrones de la tranquilidad porque «creo que para respetar algo hay que conocerlo. No se ama lo que no se conoce», lanza como mantra redactado en la primera página del libro.

Esa invitación a la aventura ronda las orillas del Guadalope, eje vertical que ha horadado este compendio de calizas que Javier ha dividido en ocho áreas: La Garrucha, Montoro de Mezquita, El Pitarquejo, Sierra de los Caballos, Castellote, La Sierra de Bordón, Plataformas de Cantavieja-Tronchón y Alto Guadalope. «Por su aislamiento, a mí me llegan el alma las Hoces de Guadalope. Para hacer la aproximación te introduces en el propio río, que ha erosionado dos grandes puertas».

Esta guía suma en la propuesta de proyectos como la ciclista Montañas Vacías o la The Silent Route motera. Invertir en ecoturismo y un desarrollo sostenible de un territorio amenazado por el abandono y la invasión de las renovables. «En las presentaciones animo a los empresarios a que utilicen los recursos del Maestrazgo como han sabido explotar en otros sitios, como ocurrió en Siurana, en el Priorat, donde quedaban cinco habitantes y ha renacido con la escalada. En Teruel tenemos barrancos, senderismo, rutas en bici, escalada… sitios poco alterados por el hombre y muy seductores. Hay que saber lanzarlo a la gente».

Volver a lo auténtico

Esta caricia hacia la naturaleza se convierte en una reivindicación de la escalada clásica, modalidad que «te permite integrarte en la naturaleza. La clásica tiene como finalidad el objetivo de subir a una montaña, no hacer un octavo grado». 

Javier elude hablar de dificultades porque abraza el retorno a una escalada original y más ética, utilizando los anclajes esenciales y dejando las paredes limpias. Dice que su obra quiere introducir a la roca a esas nuevas generaciones que abarrotan los rocódromos «donde puedes coger técnica y fuerza de forma sencilla. Solo tienes que pillar los gatos e irte un miércoles al roco y luego encima te tomas una cervecita y sociabilizas. Todos lo hacemos pero entre los jóvenes se está perdiendo la transferencia a la roca, la verdadera, la auténtica. Se está perdiendo el romanticismo de la escalada».

Otra demanda es la huella turolense. Es el cuatro libro del autor, todos centrados en piedras, aristas y crestas de la provincia que le vio nacer, una tierra colonizada por trepadores franceses o catalanes «que encontraron aquí El Dorado en los noventa». El libro es un homenaje a ellos y a estos cinco lustros de largos. Un pionero como Christian Ravier, miembro de una saga gemela con nombre de tresmil, ha escrito el prólogo y Sabina Colomé pone la guinda inscribiendo la esencia de su padre Sebastiá, «que fue el primero en pisar los Órganos de Montoro. En 1979 abrió la primera vía allí, El Falo de Mondragón. Tenía todo el pastel para él».

Javier se ha valido de otro monstruo como Armand Ballart, que ha elaborado unos detallados croquis, que con los mapas ilustrados del cellense Juan Iranzo con los mapas diseñan un libro accesible y entretenido que define una aproximación global y humana al Maestrazgo.

Todas las palabras contenidas en estas páginas no se las llevará el viento ni el silencio. Han consolidado hace un mes en el I Encuentro de Escaladores del Maestrazgo, donde casi cien personas, cuarenta cordadas, se juntaron para dibujar verticales desde Villarluengo. Una cita que nace para perdurar.