La fundación Juan Bonal comenzó a trabajar como oenegé en el año 2000, pero antes ya había recorrido mucha historia. Las hermanas de la caridad de Santa Ana, que realizan gran parte de la labor de la institución, ya llevaban muchos años dedicadas al mundo de la pobreza y de los más necesitados.

De hecho, uno de sus fundadores, Juan Bonal, conocido como el veredero, llegó con una de las fundadoras de la hermandad a Zaragoza a hacerse cargo del hospital Provincial, falto de personal meses antes de la Guerra de la Independencia.

En ese tiempo de picaresca se dedicaron a acoger a los niños enfermos y a los heridos del conflicto. "En esa época de tanta pobreza para la ciudad, les daban a las hermanas chocolate para alimentarlas, para que tuvieran energía en su labor de cuidar a los enfermos, pero ellas se lo ofrecían a los que estaban a su cargo", explica la directora del departamento de comunicación de la fundación Juan Bonal, María Carmen Torres.

La oenegé destaca "este puente de solidaridad entre donantes y necesitados" porque resume el espíritu de servicio que guía en proyecto. Así, Juan Bonal recorría los caminos de la España necesitada de principios del siglo XIX en busca de limosna para cubrir las carencias de los enfermos y en la actualidad su legado está presente en más de 30 países de los cinco continentes, gracias al esfuerzo de sus religiosas y voluntarias.