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Hipólito Pradas: "Todo el mundo puede reinsertarse de nuevo"

Hipólito ha pasado más de 25 años en la cárcel. Entró en el mundo de la delincuencia desde muy joven arrastrado por sus amigos, y se sumió en una espiral de drogadicción y delitos de la que le fue muy difícil salir. Gracias a un taller de ‘reiki’ en la prisión, y a su guía espiritual Estela Millán, pudo comenzar el camino de reinserción en la sociedad. Ahora, con la asociación Primeros Pasos a la Libertad (Pripali), se dedica a ayudar a otros presos que, como él, han decidido dejar su antigua vida atrás para tener una segunda oportunidad

Hipólito Pradas: "Todo el mundo puede reinsertarse de nuevo"

-¿Cómo se adentró en el mundo de la delincuencia?

-Estoy en el mundo de la delincuencia desde muy pequeño. Mis amigos del barrio entran en prisión antes que yo. Allí es dónde conocen gente y se hacen contactos desde Valencia en la red del tráfico de heroína. A los 15 años ya estaba vendiendo droga. Después, mis amigos empezaron a robar. Yo conducía muy bien y ellos me querían para las huidas. Llega un momento que la Policía me persigue tanto con la venta de la heroína que me pasé con ellos a robar bancos. Y a parte ya nos estábamos drogando. El consumo era muy fuerte y necesitábamos dinero.

-¿Por qué ingresó en la cárcel?

-Yo entré tarde a la cárcel, a los 23 años, en el año 1984. Empezamos a dar golpes importantes. La droga se empezó a mover en todos los barrios. El grupo se va reduciendo tanto que formas parte de él, no puedes salir. Yo entraba y salía de prisión. Todos los que estaban dentro eran amigos míos. Por ese entonces lo máximo que estuve fueron seis meses. Cuando salí, me enganché mucho más a las drogas, y todo se fue derrumbando como en un efecto dominó.

-¿Cuanto tiempo estuvo en prisión?

-Me condenaron a veinticinco años de prisión por delitos de atraco a entidades bancarias. Al agredir a un jefe de servicios en la cárcel de Ciudad Real se me aplica el artículo 10. Viajé por toda España de prisión en prisión en primer grado. Luego llegué a Zaragoza, donde me hicieron una revisión y me pasaron a segundo grado. Antiguamente existían las redenciones que consistían en la aplicación de beneficios por tus trabajos y estudios, lo que me llevó a pagar el total de mi condena en doce años y medio. Salí en el año 1999 de Daroca e ingresé en el 2001 en Torrero, y de allí nos trasladaron a la cárcel de Zuera. Debido a mi drogadicción se me ofreció la oportunidad de ingresar en un centro de toxicómanos. Volví a ingresar en el año 2010. Si a una persona le ofreces trabajo para poder ganarse la vida no delinque. Pero para ello tiene que haber trabajo y no siempre te dan la oportunidad.

-¿En qué momento se dio cuenta de que tenía que dejar esa vida?

-En todos esos años yo no me doy cuenta en ningún momento. Sí hubo un momento decisivo, que fue cuando conocí a Estela Millán y a su grupo. Ellas comenzaron a hacer talleres de reiki en la cárcel. Para mi el silencio es cuando ella empezaba a hablar. El reiki fue lo que me cambió todo por dentro. Escribí una historia a la que le titulé El Perdón, que versa sobre perdonarte a ti y perdonar a los demás. Acepté que yo era así por las cosas que había pasado en mi vida y usé esos talleres para mejorar por dentro.

-¿Cómo es la vida después de la cárcel?

-Difícil, nada es lo que parece. La crisis afectó a muchas empresas, por lo que no había trabajo y sin dinero es muy difícil sobrevivir. Lo primero te llevas una decepción, pero luego te animas porque la gente te intenta ayudar. Los últimos años en la cárcel me dediqué a estudiar, a mejorar mi escritura, porque no conocía ni las reglas ortográficas, casi no he ido a la escuela. En Zuera, a través de Cruz Roja, se implantaron unos talleres de escritura, lo que me llevo a escribir y seguir estudiando. Gracias a Estela Millán conocí a personas importantes en el mundo del autoconocimiento, como Javier Iriondo, Cristina Soria, David Barba o Fidel Delgado. Todos ellos nos visitaron en prisión y nos proveían de infinidad de libros.

-¿A qué se dedica ahora?

-Estoy en la Fundación Primeros Pasos a la Libertad (Pripali) apoyándoles con recursos de los internos que solicitan nuestra ayuda y por supuesto con Estela Millán en hospitales y en todos los sitios en los que ella implanta sus conferencias. Intento ayudar en lo que puedo.

- ¿Cómo le ayudó Pripali?

-Gracias a ellos comencé a disfrutar de mis primeros permisos, ya que se hacían responsables de mí, por ejemplo, viniendo a recogerme al salir de permiso, dándome vivienda y responsabilizándose de mi reingreso. Con ellos accedí al tercer grado y a la libertad. Por este motivo estoy en la fundación, pienso que hacen una labor muy importante. Todos los años que pasas en prisión generan muchas perdidas y son muchos los compañeros que han perdido a su familia y no tienen ninguna ayuda. Se tarda unos tres meses en cobrar la excarcelación y es imposible vivir sin apoyo económico. Pienso que por ello una gran mayoría vuelven a prisión, antes incluso de llegar a cobrar la ayuda. Estamos centrando nuestros proyectos en la reeducación para la vida laboral de los internos que salen de prisión, y que no vuelvan a delinquir para poder sobrevivir.

-¿Cree que todo el mundo se puede reinsertar?

-Yo pienso que todo el mundo puede recuperarse, lo que pasa es que tienen una coraza infranqueable y el sistema no ayuda en absoluto. Cuando perdí a mi padre le eché la culpa a Dios, cuando perdí a mi madre me eché la culpa a mí. Tuve que perder a toda mi familia para verme realmente solo. Hasta tuve que perder la libertad para encontrarme a mí mismo. Si yo no los pierdo a todos ellos, yo sigo entrando y saliendo de prisión. Si no llegas al fondo, no optas por un cambio. Desde el fondo ves la realidad y te das cuenta de que ya no tienes nada, y ni siquiera te conoces, no sabes ni quién eres, te das cuenta de que no tienes estudios, ni recorrido profesional, ni nada. Cuando sales vuelves a cometer actos delictivos porque te encuentras fuera de sitio y no sabes hacer otra cosa.

-¿Cree que la sociedad y las instituciones ayudan en la reinserción?

-Es un mundo muy complejo. En instituciones penitenciarias te encuentras con personas de todo tipo: con carreras, con cultura y personas sin estudios, pero en definitiva allí no sigues recibiendo ninguna educación ni reinserción. Es una situación difícil de cambiar. Tiene que ver también con quién gobierna. El único cambio o avance que notas en instituciones penitenciarias es la marca de papel higiénico, del champú o de las cuchillas de afeitar que te dan para todo el mes, según quién gana las elecciones. Se encuentra más ayuda en fundaciones o asociaciones y en las personas que han tenido problemas y han decidido ayudar a otras por altruismo. Aquí es donde te llevas muchas sorpresas, ya que al igual que tú no tienen ninguna economía para poder ayudarte, pero te muestran todo su cariño y comprensión. No todo se arregla con dinero.

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