El debate social sobre el fenómeno migratorio nunca ha dejado de estar sobre la mesa: que si ‘se aprovechan’ más de lo que aportan, que si no merecen determinados derechos… Y, ante estas actitudes xenófobas, quiero referirme a la contribución de la inmigración a la sociedad y al desarrollo en Aragón; a la que se puede medir con indicadores objetivos, pero también a la que es difícil de cuantificar.

Este 1 de enero, la población empadronada en Aragón era de 1.325.371 personas, 197.349 (14,9%) nacidas en otro país y 161.614 (12,2%) de nacionalidad distinta a la española. Según la Encuesta de Población Activa (EPA) del primer trimestre del 2021, los ocupados de otras nacionalidades representan el 14,3%, una proporción superior a la media española (11,7%).

Quiero destacar la contribución de esta población en zonas rurales de Aragón, de las que muchos se han marchado por falta de oportunidades. A veces, la población autóctona no está dispuesta a ocupar trabajos de baja cualificación que requieren esfuerzo y sacrificio. Mataderos, granjas, empresas de limpieza o de cuidados no encuentran mano de obra local, pero sí extranjera. En esos casos, no se puede afirmar que las personas de fuera vengan a desplazar a ningún trabajador nativo, por lo que no hay competencia por los empleos, sino sustitución. Pero, aunque la hubiera, esta ya existía sin ellos, porque así funcionan las economías globalizadas.

La otra gran aportación de los extranjeros a nuestra región, envejecida y con una natalidad cada vez más baja, afecta al ámbito demográfico. Los extranjeros no solo suman población, sino que la rejuvenecen. En Aragón, la edad media los españoles es de 46,6 años, frente a los 34,3 de los foráneos. En el primer semestre del 2019, los nacimientos de madres extranjeras supusieron el 25,5% del total. La población de Aragón, como la de España, ya hace algunos años que hubiera dejado de crecer si no fuera por ellos.

¿Y qué pasa con la diversidad y la interculturalidad? Quizás, quien no crea en ellas, vea a este colectivo como ‘los otros’, ‘los diferentes’. Pero, cuando los tenga como compañeros de trabajo, como vecinos con los que ir de cañas o como amigos, se dará cuenta de lo que pueden aportar a nuestras vidas.

Vivimos rodeados de estereotipos, algunos falsos, que deberíamos romper. Uno de ellos es que los inmigrantes vienen para terminar con nuestro Estado del Bienestar, cuando precisamente con sus trabajos nos hacen la vida más cómoda: cuidan a nuestros niños y abuelos, limpian nuestras casas y cogen nuestra fruta... Además, hay muchas viviendas desocupadas que, sin inmigrantes, nadie alquilaría.

Las migraciones son consustanciales al hombre y nadie ni nada las va a frenar. Respetemos las diferencias e identifiquemos las ventajas de las sociedades diversas y plurales. Es lo que hay. H