Mucho tirón tiene entre el público zaragozano la canadiense Alanis Morissette, a juzgar por el número de espectadores que reunió en el Anfiteatro de la Expo. Tanto tirón, que la organización tuvo que restringir el acceso al concierto, y muchos aficionados tuvieron que seguir el concierto desde el otro lado de la valla que acota el Anfiteatro. Hubo algunas protestas, pero la capacidad no se estira. Tal vez los responsables de la Expo tengan que idear un sistema que evite problemas los días que se prevea gran afluencia de público a las actuaciones de anfiteatro (dar tickets, hasta completar el aforo, al entrar al recinto Expo, por ejemplo). En fin, doctores tiene (o debería tener) Ranillas.

Lo de Alanis fue el sábado, un par de días después de haber actuado en Madrid, en el festival Rock In Rio, donde no fue tratada precisamente como una estrella (no salió al escenario en prime time), tal vez porque hoy la que fue una de las reinas del indie no pasa por uno de sus mejores momentos profesionales.

Desde luego, no en directo, donde se muestra despojada de cualquier aura próxima a lo que entendemos por carisma, y factura unos conciertos planos y, salvo en algunos pasajes, aburridos. Da la impresión de que Alanis se encuentra en una especie de callejón sin salida, pues ni tiene la energía de sus primeros años en el negocio, ni ofrece propuestas rupturistas, ni (aunque tiene una buena voz), atrapa si contemplaciones. Anotemos que, salvo a los seguidores más entusiastas, al resto de los miles de espectadores que abarrotaban el Anfiteatro les costó entrar en el universo Morissette (más de un fan mostró su decepción cal finalizar el concierto).

Alanis le puso ganas, sí; no escatimó bises, y derrochó simpatía con el público, pero su maquina sonora renqueaba o, cuando, menos, no rodaba con la potencia y la cadencia esperadas. Se paseó por Flavor Of Entanglement, su disco más reciente, con canciones como Underneath y Citizen Of The Planet, y no olvidó ofrecer piezas de Jagged Little Pill (1995), el que fue su primer disco internacional y una de sus mejores cosechas: Ironic, You Learn, Hand In My Pockett, You Oughtta Know...

O sea, que tanto trajín, tanta expectación y tanto lío para ver a la diva, para nada. O para muy poco, siendo justos. En tres o cuatro canciones sentimos, aunque sin llegar al éxtasis, algo de lo que fue, antaño, la intensidad y la magia de una Morissette que, tras dos álbumes orientados hacia la música de baile y publicados en Canadá a comienzos de los años 90, empezó a comerse el mundo con vitalidad rock a mediados de esa década. Parece que con el paso del tiempo se le ha indigestado.