Las prendas que configuran el atuendo de un aragonés no suelen contar con bolsillos y si los hay no tienen un tamaño suficiente para poder llevar en ellos más que pequeños objetos. Por ello lo habitual es que un varón utilizara la faja como lugar en el que llevar un pañuelo, la navaja o aquello que quería esconder o proteger, como es el dinero. Éste lo introducía en primer lugar en un monedero que luego se escondía en el extremo más interior de la faja.

Los monederos masculinos son unas pequeñas bolsas o sacos realizados a punto de aguja, con hilos de seda, de algodón o de lana, de vivo y variado colorido, cuya abertura se cierra normalmente mediante un cordoncillo. La mayoría de los ejemplares que hemos visto son de confección casera y eran un regalo hecho al hombre por su mujer o novia. Hay también algún caso de confección mecánica, siendo entonces como una doble bolsa con una abertura central.