Ahora que se ha confirmado que Estados Unidos puso a 35 líderes mundiales en la diana de parte de su programa masivo de espionaje, el escándalo entra en una nueva fase: la de batallas de comunicación, de imagen y de táctica. Y en esta nueva etapa el empeño del equipo de Barack Obama es desvincular al presidente de EEUU de responsabilidad directa en esa parte del programa que ha reactivado un escándalo que estalló cuando Edward Snowden, excontratista de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA por sus siglas en inglés), empezó a filtrar documentos el pasado mes de mayo.

Cargos de la Administración de Obama han asegurado, desde el anonimato, a The Wall Street Journal que el presidente no se enteró hasta este verano de que el espionaje de la NSA alcanzaba a líderes como la cancillera Angela Merkel. Según el relato de las citadas fuentes, publicado ayer, Obama sí daba personalmente luz verde a "prioridades" amplias en la política de espionaje, pero eran cargos inferiores quienes se encargaban de señalar los objetivos.

"INFORMACIÓN ÚTIL" El descubrimiento de la Casa Blanca de que entre esos objetivos habían entrado líderes de otros países, incluyendo aliados, llegó en verano. Lo hizo a raíz de un proceso interno de revisión del espionaje, uno de los dos que el propio Obama ordenó después de que empezaran las filtraciones por parte de Snowden. Y según las fuentes anónimas del The Wall Street Journal, en cuanto Obama tuvo conocimiento ordenó detener el espionaje de algunos líderes como Merkel. En otros casos, que también mandó cesar, todavía sigue vigente. Y en algunos más se mantiene, según la exclusiva del diario, "porque están produciendo información útil para EEUU".

El portavoz de la Casa Blanca, Jay Carney, se negó ayer a confirmar o desmentir lo publicado por The Wall Street Journal. Lo que sí hizo fue renovar el voto público de confianza de Obama en el general Keith Alexander, el militar que dirige la NSA. Este fin de semana, Alexander tuvo que desmentir informaciones publciadas en Alemania por Bild que afirmaban que Obama fue informado del espionaje de Merkel ya en el 2010.

El silencio de Carney sobre qué supo Obama y cuándo puede responder a alguna estrategia de la Casa Blanca para limitar los daños, pero corre el riesgo de volvérsele en contra. Ayer mismo, en la rueda de prensa diaria del portavoz de la Casa Blanca, un periodista enumeró al menos tres casos de polémicas recientes en que se ha alegado desconocimiento de lo que ocurría por parte de Obama, una potencial desconexión de las realidades operativas de su Administración que puede pasar factura.

REVISIÓN DE LOS PROGRAMAS El fuego más inminente que debe apagar la Casa Blanca, no obstante, está en el frente internacional. Hace ya cinco meses que empezaron a salir a la luz los detalles de los programas de espionaje tanto en EEUU como en el resto del mundo y países como Brasil habían dejado clara con anterioridad su incomodidad. Pero ahora que se han confirmado datos concretos sobre líderes monitorizados como Merkel y sobre la extensión del espionaje entre ciudadanos de países como Francia y España, es cuando los europeos han empezado a presentar más batalla, una actitud que ha pillado por sorpresa a Washington, que hace unos meses vio solo tímidas quejas y denuncias como respuesta a las primeras informaciones sobre el espionaje.

Obama decidirá qué cambios hacer en los próximos dos meses. Para hacerlo contará con las conclusiones de las dos revisiones de los programas de espionaje --una interna y otra externa-- que ordenó antes de verano. Aunque el informe del grupo de expertos no se hará público hasta mediados de diciembre, The Guardian aseguró ayer que Obama podría tenerlo sobre su mesa en dos semanas.