Una humareda inmensa oculta el Pirineo por encima de Noales, una aldea de la Ribagorza, en el extremo nororiental de Huesca. De vez en cuando, una racha de viento desplaza la gran masa blanca y una abertura en el cielo deja al descubierto las laderas grises de las montañas, con apenas cuatro parches de nieve aquí y allá. El incendio que arrasa el valle de Castanesa, a solo 10 kilómetros del parque de Posets-Maladeta, ha obligado a desalojar varios pueblos. No para de avanzar desde la tarde del jueves y ya abarca un frente de unos nueve kilómetros.

El humo se eleva de las faldas de las montañas en distintos puntos y algunas zonas boscosas aparecen ya quemadas, negras, pese a un enorme despliegue de medios antiincendios que desde medio día de ayer cuenta además con la ayuda de medios aéreos. El terreno abrupto y reseco tras meses sin lluvia dificulta las labores de extinción y los camiones y tractores cargados de agua deben superar las fuertes cuestas que separan Noales de Castanesa y de Laspaúles, entre los 1.000 y los casi 1.500 metros de altitud.

"Esto no lo para nadie", lamenta Jorge Iglesias, un agricultor de Noales. "Las llamas empezaron en Castanesa y en media hora casi se presentan aquí". "Tenemos miedo de que las llamas lleguen al pueblo", explica José Cabezuelo, de Llagunas, donde tiene su segunda residencia. "Las llamas se ven muy cerca y no sabemos qué puede pasar". José vive en Lérida y lo cierto es que la mayoría de las personas que ayer se presentaron sobresaltadas en el valle de Castanesa suele residir fuera de esta zona, en localidades catalanas o aragonesas.

Quienes residen todo el año están indignados. "Esto se veía venir", denuncia Gemma Cot, de Denúy. "Hay muchos problemas para cortar leña y el bosque está invadido de maleza", afirma esta joven que el jueves intuyó que algo raro pasaba cuando la luz empezó a apagarse de forma intermitente. "Antes había más ganado suelto por el monte y existía una especie de control natural del medio ambiente, pero ahora todo lo colonizan las zarzas", indica Daniel Rodríguez, que trabaja en el túnel de Viella.

No todos los vecinos piensan igual. Alfredo, que trabaja en Graus, cree que los montes están bien atendidos. "Tengo muchos amigos, agricultores en su mayoría, que en los meses de invierno se ganan la vida en las brigadas que limpian y clarean los montes, quitando la maleza y abriendo o recuperando cortafuegos", dice.

José María Biarge, antiguo cartero del valle de Castanesa, pasó la noche del jueves al viernes en su casa, sin dormir. "Me di cuenta de que algo raro pasaba cuando oí la sirena de la Guardia Civil, sobre las cinco y media del jueves, y alguien gritó "Hi ha foc a Castanesa!", dice este vecino con lágrimas en los ojos. "Me asusté mucho".

Nadie en la zona ha conocido un incendio de las proporciones del que actualmente se enfrentan. Sin embargo, el fuego no parece amedrentar a los vecinos. Y algunos de ellos utilizan pistas forestales, intentando no ser vistos, para volver a sus pueblos, ver cómo se encuentra el ganado y darse una vuelta por su casa.