Su hermana falleció de cáncer de mama apenas tres meses antes de que ella supiera que también padecía la enfermedad. "Imagínate mi madre, ¡menudo varapalo! La familia es básica en estos casos", dice María José Rivas, quien tenía 44 años cuando en una mamografía le detectaron un tumor en el pecho izquierdo.

"Me hicieron una mastectomía radical mutilante, es decir, una operación en la que te quitan todo. Después me dieron quimioterapia, radioterapia y goteros hormonales durante un año", explica Rivas, a quien a diario una venda compresora cubre totalmente su brazo izquierdo, "prácticamente inutilizado" debido al vaciado axilar. "El tratamiento deja secuelas duras y tengo muchos dolores en las articulaciones. En este brazo la presión sanguínea es casi nula y no puedo coger peso. Además de esto, la quimioterapia me provocó un trombo de un centímetro en el corazón mediante el catéter por el que me metían el líquido y me lo tuvieron que retirar. El túnel es oscuro, pero de todo se sale", cuenta. "El cáncer no trae nada bueno", añade. Pese a todo, el mensaje último de María José esconde fuerza y lucha: "A todas las mujeres con cáncer de mama les digo que después de la tormenta siempre sale el sol. Que tengan claro que la vida está para vivirla a cada instante".