Mariano Rajoy ha demostrado siempre maestría en el manejo de los tiempos en beneficio propio. Fiel a su estilo, el presidente en funciones ha decidido presentarse a la investidura los días 30 y 31 de agosto, en la primera la votación que requiere mayoría absoluta, y el 2 de septiembre, que precisa de mayoría simple. La jugada consiste en que si fracasa en su intento, la ley fija que las terceras elecciones se celebrarían el día de Navidad. Una jornada completamente atípica, con buena parte de los españoles fuera de sus domicilios y por tanto de sus lugares de votación, para compartir la jornada con sus familiares y allegados. Todo un as en su manga para seguir presionando al PSOE a que facilite su reelección, si no quiere que España termine un año político aciago votando de nuevo y el 25 de diciembre.

EL ANUNCIO

La presidenta del Congreso, Ana Pastor, anunció el calendario después de que Rajoy, tras reunirse por cuarta vez con Albert Rivera, manifestara que ahora sí está «en disposición de acudir a la sesión de investidura». El presidente mantuvo el mantra que repite desde enero de que a un debate de estas características «no se puede ir cuando no se tiene la certeza absoluta» de salir airoso, pero tampoco ofreció datos que permitan pensar que más allá del posible apoyo de los 32 diputados de Ciudadanos y del parlamentario de Coalición Canaria, dispone de los puntales suficientes. El PSOE mantiene su voto negativo y los nacionalistas no están dispuestos a hacerle el favor.

Rajoy, de hecho, reconoció que intentará ponerse de nuevo en contacto con Pedro Sánchez para pedirle su «colaboración» o, de lo contrario, que el líder de los socialistas plantee «la alternativa que considere». El presidente, según difundió ayer la Moncloa, intentó pactar con Sánchez la fecha de la investidura pero el socialista declinó la invitación y trasladó al líder del PP que su obligación era someterse a la Cámara baja, un compromiso que Rajoy lleva rehuyendo desde que hace 21 un días el Rey le propuso como candidato.

El jefe del Ejecutivo cedió por tanto ante las presiones de Sánchez y Rivera para que atendiese a su obligación. Asimismo, aceptó rubricar las seis exigencias que impone Ciudadanos como paso previo a la apertura de una negociación que desemboque en el voto favorable de la formación naranja. Algo que no estaba claro después de que Rajoy no sometiese a aprobación del comité ejecutivo del PP, el miércoles, los requisitos naranjas. Los portavoces parlamentarios de ambas formaciones firmarán hoy el llamado por C’s pacto anticorrupción, que incluye una comisión de investigación sobre la financiación del PP y que los imputados por corrupción sean apartados, y justo después se iniciará el diálogo.

Pero las cesiones de Rajoy tenían truco. Cierto es que los ciudadanos están cansados del bloqueo y que Bruselas presiona para que haya pronto un gobierno que apruebe medidas para contener el déficit marcado, pero también que la fecha tiene ventajas para Rajoy. Así, le sirve para atenazar más al PSOE y desafiarle a que, si persiste en su no envía a los españoles a votar en Navidad.

Y, tirando ya de posibles pronósticos, el sector de población más mayor y que vive en las áreas rurales, uno de los principales nichos de votos del PP, es precisamente el que menos se desplaza en estas fechas, mientras que el electorado urbano y de corte más progresista sí suele viajar y tendría más difícil acercarse a las urnas.