«No va a ser fácil». El alcalde de Zaragoza, Jorge Azcón, se refería así a que habrá que trabajar a conciencia para que la relación entre la DGA y el ayuntamiento sea relativamente buena y sencilla. La hemeroteca dice que no es algo sencillo, incluso cuando gobierna el mismo partido en ambas administraciones.

Ayer, y tras un primer encuentro entre ambos líderes, quiso escenificar junto al presidente de Aragón, Javier Lambán, una sintonía impropia en esta comunidad. Los dos destacaron que eso, la «buena sintonía» que existía en el punto de partida, pero la partida no ha hecho más que comenzar y cuando empiecen a surgir las exigencias podría aflorar la bronca.

«La relación es cordial y como precedente para una relación institucional siempre es positivo», declaró Lamban ayer, que no logró llevarse bien con Pedro Santisteve, más bien, todo lo contrario. Tanto es así que llegó a decir que el líder de Zaragoza en Común (ZeC) «no tenía capacidad intelectual para gobernar». El anterior alcalde no se lo puso fácil porque, además de atacar al Gobierno de Lambán con insistencia por el ICA, llegó a participar en una manifestación a las puertas del Pignatelli en la que se reclamaba su derogación.

La falta de entendimiento entre ambos era latente, salvo en momentos puntuales donde lucieron apretón de manos, como en la firma del convenio de barrios rurales o la ley de capitalidad, que a posteriori también ha sido motivo de acusaciones.

NUEVOS TIEMPOS

Azcón quiere acabar con esta situación y para eso puso ayer el acento en la que será su filosofía: hablar con hechos y que esta «nueva etapa» sirva para «centrarnos más en las soluciones y menos los problemas». Para eso, destacó que es esencial la «empatía, la lealtad y la visión conjunta» entre ambas instituciones.

A esta declaración de buenas intenciones, Lambán añadió que otra reflexión, pues, dijo, «vivimos tiempos en Aragón donde los frentismos políticos no llevan a ningún lado». Sus buenas palabras no se quedaron ahí, si no que prosiguió diciendo que «la buena gobernanza se debe hacer desde la sintonía».

Un mensaje que suena positivo y con el que se pueden lograr grandes cosas pero que perfectamente podría haber sido utilizado por alguno de los predecesores en el cargo de ambos, aunque la realidad acabase siendo bien distinta.

La relación entre las dos instituciones que más presupuesto público manejan en Aragón nunca ha sido sencilla y en muchas ocasiones ambas se han mirado de reojo. Basta el ejemplo de la ley de capitalidad, que tardó cuatro legislaturas en fraguarse tras encuentros y desencuentros. Lo mismo ha sucedido con la financiación de determinados servicios prestados por el consistorio, cuyos respectivos alcaldes han considerado que debía haber una mayor implicación presupuestaria por parte del Gobierno de Aragón. Ahí surge una difícil cuestión. Zaragoza supone el 70% de la población total de una extensa comunidad en la que el Ejecutivo autonómico tiene la difícil responsabilidad de dar servicio a todos sus habitantes, viviendo en otros 730 municipios y más de un millar de núcleos habitados. Por este motivo, la financiación -como sucede con la que debe llegar del Gobierno central a la capital aragonesa- siempre ha sido un motivo de enfrentamiento.

DISTINTOS PROTAGONISTAS

Desde 1999, diversos alcaldes y presidentes de distinto signo político han cohabitado y han tenido que mantener una relación cordial y otras veces tensa que no ha desbloqueado gran parte de estos problemas.

En cualquier caso, la implicación del Ejecutivo autonómico ha sido determinante en proyectos como la plataforma logística, la inversión en centros de salud y educativos o, como sucedió en el año 2008, una perfecta simbiosis para que la celebración de la Exposición Internacional fuera un éxito.