«Soy el abonado número 42», dice con orgullo pero sin exhibicionismo, señalándose la insignia de oro que lleva en la solapa. «Me la puse a mí mismo porque era el vicepresidente cuando se instauró este reconocimiento por los 50 años de socio», explica Alfonso Soláns. Su relación con el Real Zaragoza empieza incluso más allá de lo que su memoria le permite recordar. El camino en coche desde casa en la Gran Vía por Fernando el Católico para llegar a la vieja Romareda y un palco compartido con su padre hasta que los estudios le llevaron fuera de Zaragoza.

Padre e hijo compartían la misma pasión, el mismo aprecio por su equipo, el mismo afecto por su tierra, pero de manera muy distinta. Alfonso Soláns Serrano era apasionado e impulsivo y eso le llevó primero, en 1982, a poner Pikolín en la camiseta del Real Zaragoza y, en 1992, a liderar la conversión en Sociedad Anónima del club y convertirse en máximo accionista y presidente. Alfonso Soláns Soláns, mucho más contenido, más comedido en sus formas, «nunca he sido forofo», resume él mismo, tuvo su primer contacto en 1982, cuando tuvo que resolver un problema del patrocinio, y en 1993 entró al club como vicepresidente.

«Sí, para ayudar a mi padre. Porque el hombre no estaba en plenitud de facultades y para ayudarle, hacerme cargo del día a día y pasarle digamos la parte bonita de la vida del club. Los partidos que veías que iba a haber una bronca le decías, papá no vengas que hace mucho frío y no merece la pena, por evitarle el bochorno que todos hemos sufrido en el palco. Él era la cabeza visible, él tomaba las decisiones y yo estaba ayudándole como su brazo derecho en contacto con todos los miembros del consejo», explica el expresidente, aunque reconoce que su padre no hacía mucho caso de sus recomendaciones.

En 1996 asumió la presidencia de la entidad tras la muerte de su padre. «Me hice cargo del patrimonio como heredero y, además, de la responsabilidad de la presidencia. No sé ser titular de un patrimonio y no gestionarlo», razona. Su ejemplo fue su padre y la gestión de la empresa familiar que Soláns Serrano fundó en 1948 y que aún dirige con éxito Soláns Soláns, Pikolín. Aunque un club de fútbol es una sociedad muy diferente, aplicó recetas similares. «Era por un lado imprimir ese orgullo de permanencia al club y luego el criterio de rigor económico en la administración». Con la saga Soláns al frente, de 1992 al 2006, el Real Zaragoza ganó tres Copas y jugó dos finales más, conquistó la Recopa y una Supercopa. El expresidente, en cambio, no se recrea en la vitrina, lo importantes es el medio y largo plazo. «Es más importante subir a Primera que un trofeo», asegura. Quizá por eso su imagen más recordada sea la celebración del ascenso del 2003 en la ducha con los jugadores. Ahora, el abonado número 42 espera, desde casa, un nuevo ascenso.