Juan Carlos Velilla Cristóbal admitió ayer que, entre los años 2002 y 2012, estuvo desviando fondos de la empresa Transportes Ochoa, de la que era director de Recursos Humanos, tanto a sus cuentas como a las de su mujer --a la que inscribió como empleada sin ni siquiera trabajar allí--, hasta alcanzar casi 900.000 euros (o más de un millón, según la empresa). El exdirectivo asumió la responsabilidad en solitario porque su esposa, aseguró, no sabía nada de sus tejemanejes, y en aquella época estaban separados. Pero tanto la Fiscalía como la acusación particular, que ejerce la empresa de transporte --ahora en concurso de acreedores--, la consideran cómplice y también la acusan.

Los magistrados de la Sección Primera de la Audiencia Provincial de Zaragoza deberán decidir pues si la esposa, María Pilar R. G., conocía y aprovechaba los ingresos de su marido, en cuentas a nombre de los dos pero de las que ella afirmó no saber nada. Fiscalía pide para ella cinco años de prisión por estafa, o 20 meses si se califica como receptación. La empresa le imputa solo este último, o le pide 1.800 euros por apropiación indebida.

COMPENSACIÓN La segunda decisión de los jueces será la cuantía de la pena para el estafador confeso. El ministerio público pide para él siete años y medio de prisión --por estafa y falsedad documental--, la empresa seis --solo por estafa-- y su defensa, dos años.

Su abogada sostuvo ayer que hay que rebajar la condena por su confesión --que facilitó la investigación, si bien no se produjo hasta que no le descubrieron-- y por reparación del daño. El matrimonio ha puesto sus bienes a disposición del tribunal para indemnizar a la entidad.

Velilla utilizaba para el desvío de fondos un sistema sencillo pero al parecer indetectable. Como encargado de las nóminas, modificaba las suyas informáticamente, o se hacía transferencias. También inscribió a su mujer como empleada, con el código de una extrabajadora. Luego borraba del sistema los pagos recibidos y los incluía como dietas de los camioneros, que al no tributar no se individualizaban.

Según explicó otro directivo, descubrió la irregularidad por casualidad, cuando consultaba las transferencias de la empresa "para ver cuánto me iba a suponer el cambio del IRPF". Así vio que a su colega le habían ingresado unos 12.000 euros, casi el triple de su nómina. También vio apuntes a nombre de una empleada que no conocía.

La mujer explicó que ella y su marido se separaron en el 2002, aunque siguieron compartiendo piso porque se llevaban bien y porque él le pidió "otra oportunidad". Aseguró que solo percibía 2.000 euros de pensión y 400 para su hija, y que su marido "rompía las cartas" del banco, por lo que ella no sabía lo que ingresaba, aún estando separados. Aunque al parecer manejaba su erario lo suficiente para comprar un apartamento en la playa a medias y venderlo, "como inversión", explicó.