En tierras del Moncayo, la tradición española de Todos los Santos todavía resiste a la moda americana de Halloween. Pero lo hace con dificultad, pues la pérdida de habitantes y el número cada vez menor de niños hace que se abandonen antiguas costumbres.

No es este el caso de Trasmoz, que celebró la noche de las ánimas el pasado fin de semana, pues el evento ha adquirido tanta fama que acuden numerosos visitantes para verlo de primera mano.

Allí, la noche del 28 al 29 de octubre, los vecinos salieron en procesión desde la iglesia hasta el cementerio cantando los gozos en recuerdo de los fallecidos. «Todos los participantes llevan una calabaza iluminada por dentro con una vela que representa a un difunto de la familia», explica Jesús Andía, alcalde de Trasmoz.

«Dice una leyenda local que, si no se hace de este modo, si falta la vela, el difunto está condenado a vagar por las tinieblas, sin hallar reposo», cuenta el regidor, que recuerda haber oído que una mujer que salía en procesión notó que alguien la tocaba levemente la espalda, se volvió y vio que era su difunto esposo, «que había ido a reprocharle que no se hubiera acordado de él».

Decadencia y auge

En Trasmoz, la noche de las ánimas nunca ha dejado de celebrarse, pero a finales del siglo XX empezó a decaer. Hasta que llegó la asociación local El Embrujo y se propuso recuperarla, en torno al 2004.

A ello ayudó mucho la creación de la denominada calle terrorífica, una vía del pueblo que se corta estos días y se decora con elementos de películas de terror.

«Desde entonces, la noche de las ánimas va a más y en la última edición vinieron más de 1.000 visitantes, algunos de ellos de provincias lejanas», subraya Andía.

La celebración renació hasta el punto de que se preparó un gran campo a las afueras en el que se cosechan anualmente miles de calabazas que se reparten entre las familias locales para que las saquen en procesión. Los niños, especialmente, las vacían y las colocan por las calles, en el camino del cementerio.

Además, se ha habilitado un gran aparcamiento que el pasado fin de semana «se quedó pequeño para acoger los centenares de coches que llegaron al pueblo».

En Ambel, de momento, la noche de la ánimas se celebra de forma más discreta. «Vienen familias originarias de aquí y se va en procesión al cementerio, mientras los más pequeños aúllan y tratan de asustar a todos», explica el alcalde, Fernando Flores.

Vera del Moncayo llegó a celebrar Todos los Santos como en el resto de los pueblos del Moncayo. Pero, desde hace 20 años, más o menos, ya no se celebra a la antigua usanza, reconoce la regidora, María Ángeles Sánchez.

«No hay apenas niños y la cosa ha decaído», afirma. En su lugar, lo que se lleva es que los escolares del pueblo se junten con los de fuera y organicen Halloween. Los niños se han olvidado de las calabazas con forma de calavera y se dedican a pedir caramelos por las casas.