La detección de casos de covid compatibles con la cepa británica en Aragón ha puesto el foco mediático estos días sobre el Centro de Investigación Biomédica de Aragón (CIBA), situado en Zaragoza. En su laboratorio satélite de apoyo al coronavirus han detectado esta evidencia inglesa, que ahora tendrá que ser confirmada por el Instituto Carlos III de Madrid. La pandemia lo ha copado todo y eso también ha obligado a una parte del personal del CIBA a reorganizarse con el fin de echar una mano en el análisis de las PCR, sobre todo tras la segunda ola en Aragón, cuando su apoyo fue fundamental.

«La presión fue brutal, los hospitales no daban abasto y trabajábamos con esa sensación de estrés porque analizábamos más de 800 muestras diarias que tenían que salir con resultados pronto y, al día siguiente, te llegaban otras tantas», recuerda Javier Gómez-Arrue, investigador y responsable del laboratorio satélite del covid en el CIBA. Hubo jornadas «maratonianas», de esas de tener que cenar un tupper en el centro porque no llegaban debido a que, en los hospitales, algunas máquinas de comprobación de PCR_sufrieron averías. «Éramos tres personas y analizar una placa, donde hay 94 muestras, nos lleva 6 horas. No podíamos fallar porque si durante ese proceso había una contaminación de las pruebas y los resultados no eran los correctos, había que volver a empezar», cuenta.

Más de 10.000 pruebas

En términos globales, en el CIBA han analizado durante estos meses más de 10.000 pruebas diagnósticas de covid y el pico fueron las 1.200 de una sola jornada. Pero más allá de la pandemia, en este edificio de estructura moderna, situado detrás del hospital Clínico, llevan años investigando todo tipo de cuestiones sanitarias, estableciendo sinergias entre grupos de innovación y siendo un punto de encuentro de talento tanto nacional como internacional.

El CIBA solamente cerró durante el confinamiento domiciliario y ha intentado, en la medida de los posible, que sus proyecto siguieran adelante. Cuenta con 13 laboratorios científicos y cada uno de ellos está especializado en un área diferente de la biomedicina, que profundiza en los mecanismos moleculares, bioquímicos, celulares y genéticos de las enfermedades humanas como cáncer, patologías respiratorias, raras, mentales o de aspectos cardiológicos.

También dispone del servicio de cirugía experimental, que cuenta con tres quirófanos y es un espacio vital para la formación. A lo largo de sus tres plantas cuenta con equipamientos punteros, de un coste muy elevado, y en los que trabajan un perfil de investigador joven y talentoso. «Somos gente de ciencia, de varias áreas, que vamos desde doctores hasta técnicos de laboratorio. La pandemia ha evidenciado que aunque cada uno aquí investigue una cosa, en un momento como este todos hemos arrimado el hombro», explica Gómez-Arrue.

Aumento de la plantilla

Aún así, para mantener el ritmo de trabajo y permitir que las líneas de investigación abiertas no se tengan que dejar de lado por el covid, el expertos apunta que sería conveniente aumentar la plantilla. De hecho, para el próximo año esperan incorporar a ocho profesionales más. «Esa es la idea que está sobre la mesa porque estas personas serían solo para investigar el covid. De este modo, volveríamos a una situación más ordenada y los compañeros podrían retomar sus trabajos», indica.

Obviamente, la pandemia ha trastocado los planes de muchos grupos. «Tienen unos plazos de objetivos muy marcados que no se han cambiado a pesar de la situación y eso ha hecho difícil poder cumplir. Hay mucho retraso porque el ritmo no es el mismo y no se ha podido venir a trabajar en los proyectos durante un tiempo. Eso ha sido muy duro», añade Gómez-Arrue. «Entendemos que ahora todo está centrado en el covid no solo aquí, también en el país y en el mundo. Estoy convencido de que el coronavirus tiene fecha de caducidad. No sé para cuándo, pero la tiene», señala el científico.

El investigador asegura que «jamás» hubiera imaginado una crisis sanitaria de estos niveles, pero «ha llegado y tenemos que intentar hacer del momento una oportunidad», dice con seguridad. No solo para cuestiones relativas al covid, sino más allá. «Siempre hemos sido un centro puntero, se han fijado en nosotros, pero ahora debemos dar un paso al frente. Por ejemplo, tener la ocasión de investigar y lograr secuenciar la cepa británica sería muy positivo, pero también la de cualquier otra variante. Así nos adelantamos y estamos preparados», dice.

Su estreno, allá por el 2012, supuso un cambio cualitativo en la investigación biomédica en Aragón que, con el tiempo, ha adoptado una proyección internacional. «Han hecho un esfuerzo importante, sobre todo cuando tuvimos problemas en los hospitales. Sin ellos la situación no habría salido adelante», asegura Florencio García, técnico de Sanidad y coordinador de los laboratorio de microbiología durante el covid.

Iniciativa público-privada

El CIBA, cuya su construcción fue una iniciativa conjunta del Gobierno de Aragón y la Universidad de Zaragoza, no se concibe solo para prestar apoyo a lo público, sino que también intenta atraer a la empresa privada investigadora y es ahí donde este momento de pandemia también puede ser un escenario propicio para llamar esa atención ajena.

Al poco tiempo de echar a andar, el CIBA ya se erigió como un centro de referencia y una auténtica revolución en la innovación de excelencia. En su interior hay material valorado en más de 100.000 euros solo en unas piezas que han permitido el desarrollo de cursos y prácticas para estudiantes, residentes o científicos de renombre. «Esperamos cuanto antes volver a una situación de normalidad, donde cada trabajador pueda volver a lo suyo, a incluso empezar proyectos nuevos, y en este laboratorio satélite sigamos con el covid, pero sin trasvase de personal. Confío en que lleguemos al verano con la inactivación ya del virus», matiza Gómez-Arrue, que insiste en que es «fundamental» seguir manteniendo las medidas de seguridad contra el covid. «El virus sigue ahí, no podemos olvidarlo», recalca.