El descenso de alumnos que utilizan el servicio de comedor en los colegios está haciendo peligrar este servicio en los centros autogestionados. En estos son las propias asociaciones de padres y madres las que se encargan de recoger las cuotas de las familias para después contratar el personal que se encarga de la cocina, así como de los alimentos, mientras que en otros lugares es la propia DGA o una empresa subcontratada la que se encarga del comedor.

Este año, con el incremento de gastos que ha conllevado adaptarse a la normativa sanitaria, unido al menor número de usuarios, las cuentas no salen. La situación es «crítica», dicen. «Hemos tenido que contratar más monitoras para poder cumplir las ratios y poder hacer efectivos los grupos burbuja. También hemos comprado mobiliario para adaptar espacios a las circunstancias actuales. Y lo hemos hecho con el remanente que teníamos y con las cuotas de los padres y madres, sin recibir dinero de la DGA», explica Pablo Alconchel, portavoz de los comedores autogestionados de Zaragoza.

En la ciudad existen ocho centros educativos que utilizan este sistema: Tío Jorge, El Espartidero, San Braulio, Agustina de Aragón, Margarita Salas, Doctor Azúa, César Augusto y Cesáreo Alierta. Estos cuatro últimos, todos en la zona de La Romareda, son los que más déficit están acumulando, puesto que por razones sanitarias se ha implementado la jornada continua, cuando antes funcionaban con partida. Esto ha hecho que muchos alumnos hayan dejado de utilizar el comedor. «No estamos en contra de la jornada continua si se ha hecho por razones de salud, pero ha sido una decisión unilateral y tendrán que compensar», añade Alconchel.

Muchos de estos servicios superaban antes los 500 usuarios y ahora tienen una media de 250 alumnos. La semana pasada, el consejero de Educación de la DGA, Felipe Faci, indicó en las Cortes que recibirán la subvención, pero que deben justificar los gastos extra sobrevenidos por la pandemia para que puedan estudiar su compensación pública.