El coronavirus ha pasado a convertirse en un asunto de tal relevancia que ya está sobre la mesa de los consejos de administración y gerencias de las empresas aragonesas. La preocupación crece a medida que el virus traspasa fronteras. Y China, conocida como la fábrica del mundo, mantiene su parálisis, lo que comienza a pasar factura al tejido productivo local.

Esta inactividad ha encendido las primeras alarmas en los sectores más pujantes de la comunnidad, la industria del automóvil y la agroalimentación, aunque la preocupación trasciende al resto de empresas. De hecho, algunas de las grandes compañías están en vilo porque el gigante asiático es clave para el suministro de materias primas, componentes y sistemas electrónicos.

UGT y CCOO ya avanzan que si la situación no se normaliza la actividad empresarial se podría frenar, lo que obligaría a adoptar medidas de flexibilidad o aplicar expedientes de regulación de empleo (ERE). «Las empresas no quieren decir nada, pero esta situación puede provocar un efecto claro en el empleo», subraya la secretaria general de la Federación de Industria de CCOO, Ana Sánchez. Una opinión que comparte su homólogo en UGT, José Juan Arcéiz, que cree que, si no cambia el escenario, «en dos o tres semanas las empresas podrían verse ya afectadas».

«Todas las actividades comerciales con China están paralizadas», explica Fernando Cimorra, responsable de la oficina de Zaragoza de MingTa, empresa especializada en la gestión de compras en China y que tiene clientes aragoneses en sectores de componentes electrónicos, productos químicos, fertilizantes o materiales de construcción. El cierre de parte de las fábricas chinas y los problemas para movilizar mercancías ha provocado que los «pedidos no lleguen a los puertos y navieras», apunta. «Estamos a expensas de que los fabricantes reestablezcan la producción y confirmen plazos de entrega», afirma. En su opinión, está situación «no se puede alargar mucho más porque es insostenible para China y para el mundo».

Los problemas en la cadena de suministro comienzan a percibirse en algunas empresas auxiliares del automóvil. Así lo refleja una encuesta remitida por el clúster del automóvil de Aragón (Caar) a sus 85 socios, que fue contestada por 25. De ellos, el 40% asegura que la crisis del coronavirus ya afecta a la cadena de suministro, mientras que la mitad reconoce que ya repercute en sus clientes. Esto en un sector, el del automóvil, que mueve casi 25.000 empleos en Aragón. «Creemos que en dos o tres semanas podemos notar los efectos» de la falta de materia prima procedente de China», afirma el gerente de Caar, David Romeral.

PSA incluso ha creado un grupo de trabajo especial para analizar la evolución de la crisis y estar muy encima de la gestión de la cadena de suministro. En Figueruelas, los responsables de logística también supervisarán la situación en las próximas semanas. Pese a todo, la producción no se ha visto afectada en la factoría. «Hasta ahora no hemos tenido ningún problema, de hecho el pasado fin de semana y el próximo habrá turnos adicionales el fin de semana», indicaron fuentes de la compañía.

Desde BSH apuntaron que «a día de hoy no tenemos impactos identificados», aunque «se está motorizando la situación cada día para identificar posibles impactos y minimizarlos»,

En este escenario, el estoc de productos y componentes con que cuente cada fabricante también va a resultar clave para poder capear la situación, aunque el sector industrial trabaja ya con las mínimas existencias posibles para reducir costes.

PRIMERAS SEÑALES

Los primeros síntomas de la crisis en Aragón se detectaron en las pocas empresas locales que tienen fábricas propias en China. Es el caso de Fersa Bearings, fabricante de rodamientos para automóviles, que se vio obligada a paralizar durante tres semanas la producción de su factoría de Jiaxing, donde trabajan 200 personas. «A mediados de la semana pasada hemos vuelto a producir, pero no con todos los efectivos», señala Fernando Chóliz, director financiera de la compañía aragonesa, cuya planta zaragozana -situada en Plaza- ha seguido funcionando. Aún así, también han notado los efectos del coronavirus por «retrasos» de algunos proveedores, lo que provoca «sobrecostes».

«Desde la semana pasada se pueden mover mercancías. Pero hay un cuello de botella en los puertos», dice Chóliz, que es escéptico sobre que se normalice la situación: «No sé qué decir. El pico de contagios en China se espera para marzo. Dependerá de lo que decida el Gobierno».

Mientras, las empresas agrolimentarias que venden al gigante asiático también están en vilo. Productos como el vino y la carne de cerdo pueden ver frenada su meteórica progresión de los últimos años. «La comercialización a China no es fluida y muchos productos no llegan al cliente final por la situación que se vive en los puertos», reconocieron desde la aragonesa JCV, especializada en el transporte marítimo, con más de 150 clientes en la comunidad.