“La nueva normalidad ni es normalidad ya ni es nada. Ya era tenso abrir en estas condiciones, después de tres meses y con los aforos limitados. No era rentable, pero lo hacíamos por echar a andar y comenzar con la actividad”. Quien habla es Fernando Izcara, propietario de la Sala 976 de Zaragoza. Este viernes iban a abrir el local después de semanas cerrados por la pandemia, pero no pudieron.

Tan solo una hora antes de la reapertura, a las 23.00 horas, Izcara se percató de una grieta en el techo que le hizo sospechar. Mandó de vuelta a casa a sus trabajadores, a los que justo había rescatado del ERTE, y se quedó en el local hablando con su seguro. Horas después, cuando todavía estaba en la oficina, el techo de la sala de baile se derrumbó. Él consiguió salir a tiempo, por lo que no ha habido que lamentar daños personales, pero la ilusión de volver a empezar se ha truncado: “Me he tropezado con una piedra gorda, pero podría haber sido peor”, relata.

Todo empezó a truncarse por la noche, pero desde por la tarde Izcara llevaba trabajando en la apertura de esta mítica sala de baile zaragozana, situada en la calle Ricla. El dueño del negocio, que también es presidente de la Asociación Provincial de Empresarios de Salas de Fiesta, Baile y Discotecas de Zaragoza, después de haber descansado a mediodía, se personó en su local para acondicionarlo. “Había madrugado, así que antes de ir me eché la siesta porque iba a tener que estar despierto hasta las 7 de la mañana. Por la tarde estuve poniendo carteles con los protocolos de seguridad por el covid”, cuenta.

Fue ya de noche cuando un trabajador le fue a ayudar, una hora antes de abrir, para gestionar las reservas y organizarlo todo. “Ahí fue cuando vimos las grietas y decidí no abrir. Se me vino el mundo encima, pero no me fie. Y menos mal. Fue una sabia decisión”, rememora. Entonces llegaron el resto de empleados, a los que comunicó la decisión de que no iban a abrir, pero Izcara se quedó junto con otro trabajador poniendo plásticos sobre la barra y guardando algunos objetos por si se producía algún derrumbe. “Mi miedo era que cayera algún cascote de yeso, pero no lo que pasó”, dice.

Después de que se fuera el empleado, Izcara se quedó en la oficina que tiene dentro del local para dar parte al seguro de lo sucedido. Fue entonces cuando comenzó a escuchar ruidos en la sala. “Me asomé y vi que había caído un trozo. Al rato volvió a caer otro. Y así hasta que vi que se comenzó a derrumbar y que el derrumbe se acercaba hacia el pasillo de salida, en donde tengo la oficina. Salí corriendo y escuché un gran estruendo”, asegura.

Su hijo, alertado por el ruido, acudió desde su casa al local y ayudó a su padre para desconectar los sistemas de agua y luz y evitar así males mayores. Sobre la 1.35 llegaron los bomberos, quienes atestiguaron que no solo se había caído el falso techo, sino parte del aislamiento y todo el sistema de conductos del aire acondicionado. En total se desplomaron unos 100 metros cuadrados de superficie. Sobre las pérdidas, Izcara no se atreve a dar una cifra: “había pensado que unos 30.000 euros, pero seguramente me quede corto”.

El motivo del derrumbe podría estar en unas filtraciones provocadas por las abundantes lluvias de los últimos meses. “La parte que se ha caído es justo la que está debajo de las terrazas, no de las viviendas”, explica el propietario. Hace unos tres años la comunidad de vecinos ya había tenido que arreglar las tuberías porque perdían agua, pero Izcara nunca se imaginó que llegara a pasar algo así. “Habíamos cambiado algún foco y las cámaras por las filtraciones, pero nada más”, cuenta. “Durante los meses en los que estuvimos cerrados apenas fui al local durante el último. Y no encendía las luces ni nada, me metía a la oficina y me ponía a trabajar. Es por eso que no me había percatado de las grietas”, prosigue.

Ahora las aseguradoras del edificio y de la discoteca tendrán que acordar los detalles y la responsabilidad de la reparación, pero Izcara prevé que les llevará un tiempo volver a abrir. “Habrá que cambiar todo el techo, no solo la parte que se ha caído. Está todo dañado. Pero bueno, por lo menos no ha habido que lamentar daños mayores. Si llega a pasar más tarde con el local lleno hubiera sido una desgracia. Ahora hay que tirar para delante. Volveremos a abrir con un local mejor y más bonito”, concluye con ánimo pero sin disimular su cansancio: “Todavía no he podido dormir”.