Ignacio López Montoya, juzgado por un tribunal popular en Zaragoza por matar a cuchilladas a su mujer, Rosario Toro, en el trastero del Camino Puente Virrey donde vivían el 1 de junio del 2003, reconoció que había dado "un bofetón" a su mujer, Rosario Toro, pero negó que la matase. El procesado señaló que la víctima pudo suicidarse o la asesinó otra persona.

López Montoya incurrió en numerosas contradicciones al explicar los hechos, en relación con sus declaraciones anteriores. No obstante, la principal testigo del fiscal, la mujer que declaró que había escuchado la pelea entre la pareja y que vio cómo la víctima intentaba huir tras recibir la primera cuchillada, se desdijo ayer de sus primeras manifestaciones y aseguró al tribunal que parte de los hechos los había soñado.

La actitud de la testigo provocó que el fiscal solicitara que se dedujera testimonio de sus declaraciones con el fin de procesarla por "falso testimonio en causa criminal".

López Montoya, que había salido de la cárcel 35 días antes del crimen tras cumplir una condena de ocho años por homicidio frustrado, reconoció que no se había cuidado de los ocho hijos tenidos con Rosario, con la que se casó 22 años antes "por la ley gitana". Seis de los niños están tutelados por la DGA.

El acusado, que no recordaba el número de veces que había sido condenado, afirmó que quería a su mujer, "quien siempre me había asistido al pie del cañón, viniendo una vez al mes a visitarme a la cárcel, y me traía dinero".

Sobre el día del crimen, alternó lagunas en su memoria, "porque estaba muy borracho", con detalles de precisión. Según manifestó, la tarde y noche anterior había mezclado grandes cantidades de cerveza, whisky, brandy y ponche.

DISCUSION El procesado reconoció que mantuvo una discusión con la víctima mientras paseaban por el parque de La Granja con su hijo de dos años, "porque ella culpaba a mis borracheras del abandono de los niños y de que se los hubiera quitado la DGA".

Según su versión, tras darle un bofetón, se marchó de bares y a casa de un hermano, donde siguió consumiendo alcohol, y no regresó al trastero hasta las dos de la madrugada, "cuando me encontré con aquel panorama".

Explicó al jurado que Rosario todavía "estaba viva y me dijo que no me preocupara. Tenía una herida en el cuello y un cuchillo en la mano, que yo le quité. En aquel momento, no caí en pedir auxilio a gritos ni en que estaba allí el niño. Fui a casa de mi hermano Domingo a pedir ayuda".

Ya no regresó al trastero y a las siete de la tarde del día siguiente se presentó ante la Policía después de que otro hermano, Paulino, le avisara de que le buscaban.

El acusado justificó su forma de actuar en su embriaguez, "la verdad es que iba a rastras", una excusa que también empleó para explicar las contradicciones con sus primeras declaraciones tras ser imputado.

Su relato difiere del fiscal y del abogado de la acusación particular, Luis Melantuche, quienes mantienen que López Montoya mató brutalmente a su mujer al asestarle dos cuchilladas en el cuello, aunque ésta intentó huir a la calle tras la primera puñalada, intención que abortó el acusado. Ambos solicitan una condena de 14 años de prisión por homicidio con la atenuante de intoxicación etílica y las agravantes de parentesco, prevalimiento y reincidencia.

La abogada Victoria Laguna, apoyándose en la versión del acusado, pide la absolución. El juicio continuará hoy.