"Eran locales pequeñitos cuya rebotica ocupaba un espacio mucho mayor. La trastienda contaba con un modesto laboratorio para preparar fórmulas y con algún despacho", así recuerda Teresa Almarcegui las farmacias de antaño, como la que su padre fundó en el año 1952.

El mostrador de venta al público solía ser reducido, había pocas existencias y "lo más a mano posible", comenta. Un escenario muy diferente al actual. La farmacia que ahora regenta acaba de trasladarse a un nuevo local, más amplio y renovado con una estética de líneas minimalistas. En el centro se despliegan varios expositores con productos de parafarmacia patrocinados por cada marca. Desde chupetes hasta cremas antiedad pasando por complementos alimenticios o sillas de ruedas. Un sector que se ha adaptado a la demanda de un mercado cada vez más exigente.