Los vecinos de las Fuentes llevan tiempo haciéndose cruces por la situación que se vive desde hace años en el edificio de la calle Minas, número 2, esquina con Miguel Servet. Allí, en el interior de un bloque de viviendas sucio y muy desmejorado, viven varias familias, rumanas y también de etnia gitana, con niños muy pequeños.

La puerta de la calle, de madera, permanece entreabierta. La cerradura está intacta, pero un boquete solo unos centímetros más arriba deja claro que allí no se usan llaves. Los ventanales sin cristales están cubiertos por sábanas como único aislante. Cuando sopla el cierzo se pueden ver colchones apilados y mucho cartón. El aspecto desagradable de esa pastilla, que incluye varios locales y garajes en los que se acumula la basura, contrasta con la lustrosa acera de la reformada avenida Miguel Servet.

ASISTENCIA SOCIAL

"Los vecinos están hasta el gorro. Hemos pedido intervenir y la Policía ha ido muchas veces. Allí vive gente de forma ilegal, aunque yo ya dudo porque los propietarios no hacen nada para evitar esta desagradable situación", explica Laureano Garín, presidente de la junta de distrito de Las Fuentes, quien recuerda cómo en ocasiones los asistentes sociales han acudido al edificio para interesarse por la situación de los menores que allí viven. El Ayuntamiento de Zaragoza, que poco puede hacer si no media denuncia de la propiedad, intervino hace un tiempo en el edificio ante el riesgo de desprendimientos. Después de desalojar a los okupas, se arregló el alero, la parte superir y el techado, pero los moradores regresaron. "Lo han repetido cada vez que los han echado", denuncia un vecino que pasa junto a la puerta. "En ocasiones ha resultado cómico. Parecía un numerito. La Policía los llevaba hasta el fondo de la calle y al rato volvían a colarse sin más", recuerda.

SIN PROBLEMAS

En este tiempo, más de ocho años hacen memoria los vecinos, esta situación enquistada ha devenido como normal y pocos son los que al pasar por delante de la casa levantan la mirada extrañados. "Llegan con unas furgonetas que utilizan para recoger cartón y las aparcan correctamente junto a la puerta", recuerda Garín. Algunos vecinos dejan claro que allí no suelen crear problemas: "Se cuidan de buscarse problemas en el barrio", comenta una chica que lleva tres años trabajando en un establecimiento cercano. Sin embargo otros residentes identifican a algunos de esos moradores ilegales como un grupo de carteristas que actúa en la línea 38 robando carteras a las personas mayores.

La junta de distrito y el consistorio recalcan que no pueden hacer mucho más ante la evidente dejadez de la propiedad. "La dueña nunca ha dado señales de vida. En ocho años nunca nos ha cogido el teléfono", recuerda la empleada de un negocio cercano. Dimes y diretes hablan de una propietaria de edad avanzada, de una heredera de muchas propiedades inmobiliarias superada por los problemas y de hijos residentes en el extranjero que siempre se han desentenido de esta cuestión.