Una periodista le preguntó al ministro Trillo por las armas de destrucción masiva iraquíes. "¡Premio a la señorita!", dijo el ministro en plan gracioso. Y le regaló un euro que se sacó del bolsillo. El tema dio mucho que hablar ayer. Hubo protestas por el menosprecio al supuesto Cuarto Poder. Pero a don Federico se la traía floja la polémica y el discreto clamor del gremio periodístico. Bien saben los señores del Gobierno que los licenciados en Ciencias de la Información estamos de saldo y que se nos puede mamonear a modo echándonos los euros en moneditas de a uno. A esto hemos llegado.

Lo cual me lleva a reflexionar sobre las próximas elecciones, y cómo el PP y sus jefes las están preparando con sonadas inauguraciones de las obras preliminares del trasvase del Ebro (una escenificación en la que se pretende gastar los euros por cientos de millones). Que haga esto un partido cuyas expectativas se cifran en ser el más votado de Aragón es algo que llena de escalofrío. Porque encarna la misma displicencia sobradísima con la que Trillo encaró a mi colega del otro día (¿imaginan ustedes que un ministro norteamericano o británico respondiera a una pregunta sobre Irak echándole al periodista un dólar o una libra?). Es una perfecta exhibición de prepotencia política derivada de un control casi total de la situación. ¿Una guerra?, ¿un trasvase?... Toma un euro, chata, y cómprate una de pipas de girasol.

En esta campaña que viene se va a decir, con razón, que en Aragón cada voto al PP será contabilizado como un voto al trasvase (en eso están ya los de Aznar&Rajoy). Pero a mí no me preocupa tanto este matiz como el hecho de que cada voto aragonés al PP vendrá a ser un gesto de aquiescencia, un acto de vasallaje ciego, un "gracias por el euro, señorito, ¡y a mandar, que para eso estamos!". En mi opinión, el trasvase no es factible a largo plazo, nunca funcionará aunque hagan una parte de las obras. Pero puede ser el símbolo de la humillación definitiva de Aragón. Por un euro.