Cecilio Giménez Giménez aseguró tras ser detenido por el asesinato de su vecino de Épila Javier Martínez que sufre alucinaciones y que «desde que tenía ocho meses, la CIA le tiene el cerebro controlado, que le llevan a hacer lo que quiere y que luego le lavan el cerebro». Una justificación que para los especialistas del Instituto de Medicina Legal de Aragón (IMLA) es «palabrería» puesto que consideraron que «no es un enfermo mental».

Fue durante la última sesión del juicio contra este hombre cuyo veredicto del jurado será público a partir del lunes. Los forenses aseguraron que el encausado, «sabía lo que hacía y que pudo evitarlo». También resaltaron que «actuó con conciencia de la situación, que no hubo ninguna provocación previa al asesinato y que no tiene empatía con respecto a la víctima».

Junto a los informes psicológicos del encausado, los forenses también explicaron la autopsia realizada a Javier Martínez. Describieron que murió por una importante hemorragia, ya que la bala le atravesó el pulmón y se quedó alojada en una vértebra. «El fallecimiento era inevitable ante tal lesión», afirmaron las doctoras. La Guardia Civil, por su parte, situó el disparo a 30 centímetros del cuerpo de la víctima y, por el estudio del proyectil no descartó que el arma pudiera estar manipulada. No obstante, no pudo confirmar al 100% el extremo al no disponer de dicha arma puesto que nunca se encontró.

En el derecho a la última palabra, Cecilio Giménez insistió en que disparó «al aire» y que el arma la encontró en la casa-cueva que había comprado años atrás a la víctima. No pidió perdón.

Unas explicaciones que no satisficieron a las acusaciones. Las bogadas de la famila de la víctima, Laura Vela y Soraya Laborda, pidieron 25 años y medio de cárcel, mientras que la Fiscalía decidió aumentar su solicitud inicial a los 21 años por tenencia ilícita de armas. El letrado de la defensa, Javier Elía, propuso una condena de 8 años como alternativa a la absolución.