Es curiosísimo lo que ha pasado con la visita llevada a cabo hace algún tiempo por un equipo de parlamentarios europeos al Levante trasvasador. Pues resulta que sus muy finas y ecológicas señorías fueron allí, vieron la cosa y han vuelto a Bruselas para recomendar a la Comisión Europea que no dé un euro ni siquiera para transferir caudales del Júcar al Vinalopó, que ya tenía luz verde. Los eurodiputados se quedaron horrorizados ante las implicaciones medioambientales de ese minitrasvase , pero más les acongojó aún ver el desmadre urbanístico que reina en aquella costa de la especulación. No me extraña, porque el litoral mediterráneo (no sólo el valenciano sino casi todo él) es hoy la viva imagen del paraíso perdido, y al contemplarlo sólo cabe imaginar lo que pudiera haber sido si la codicia y la estupidez no se huberan metido por medio.

De las informaciones llegadas de Bruselas se deduce que el grupo de parlamentarios que vino a Valencia alucinó con las fórmulas para urbanizar y construir que en su día impuso allí el nefasto Zaplana (trasvasista number one y promotor principal del arruinado parque Terra Mítica ). Se trata de un sistema que permite a cualquier gran empresa promotora convertirse en agente urbanizador e impulsar por narices áreas de actuación (o una figura similar) que se llevan por delante las tradicionales barracas, los chalets, los huertos y todo lo que deba ser ocupado por los bloques de apartamentos y los campos de golf. Centenares de centroeuropeos (alemanes e ingleses sobre todo, que se instalaron en Levante hace decenios) se han visto afectados. Y debieron poner al tanto a los diputados. Si además éstos vieron con sus propios ojos la desmadrada ciudad lineal que ocupa costa y monte, es fácil deducir su reacción.

Y yo ahora me pregunto ¿Qué pensaría una hipotética comisión de europarlamentarios si se diese una vuelta por el atribulado y cada vez más intervenido Pirineo aragonés?