La oferta de Izquierda Unida a Chunta Aragonesista para aliarse en las elecciones europeas parece poner definitivamente fin a la histórica enemistad de ambas formaciones. Al menos, sobre el papel. Aunque debajo de la superficie a buen seguro quedarán cuentas pendientes.

Ambos partidos concurrieron ya unidos a las últimas generales, con un notable resultado. El escaño zaragozano lo repartieron como buenos hermanos. De momento, lo ha venido ocupando

Chesús Yuste (CHA) quien ha hecho un buen trabajo y se ha dejado ver, algo que no todos los diputados aragoneses (perdonen, ¿hay alguien ahí?; ¿alguien que consiga que el AVE a París pare en Zaragoza?) podrían sostener.

Sobre tan estimulante experiencia, Adolfo Barrena ha invitado a los nacionalistas de José Luis Soro a pelear por un escaño en Bruselas. Una opción con posibilidades y con una vocación territorial que las dos parlamentarias que tenemos en la Unión, Verónica Lope (PP) e Inés Ayala (PSOE) han obviado por elevación, dedicándose a asuntos mucho más relevantes en países y territorios mucho más importantes que el viejo reino de Aragón, y haciéndolo con tal discreción y sigilo que ni siquiera salen en la prensa.

Mientras este singular estilo de hacer política, donde la ineficacia es virtud y la obediencia dogma, va pasando a mejor vida, nuevos fenómenos costeros agitan el mar de la política aragonesa.

¿Qué consecuencias, por ejemplo, puede llegar a tener una alianza IU-CHA? Muchas, y algunas de ellas, hoy por hoy, imprevisibles. Por un lado, retroalimentaría el espacio electoral de la izquierda--izquierda con nuevas procedencias de voto (indignados, jóvenes, desempleados, recortados...). Por otro lado, cimentaría los tripartitos que, liderados por el PSOE (de momento) comienzan a vislumbrarse en las principales instituciones aragonesas.

Aunque una operación así también presenta sus riesgos, El más claro es el de fagocitación del menor por el mayor. El llamado abrazo del oso, ese que le gusta tanto al PAR. Marcelino Iglesias, el oso pirenaico, casi se comió a besos a José Ángel Biel y ahora Mariano Rajoy, el oso cavernario, se ha encargado un PAR de peluche, un Panda con el que jugar en la jaula del poder.

¿Le ocurrirá a Chunta lo mismo en los metalúrgicos brazos de Cayo Lara?