Hubo un tiempo, hasta bien entrado el siglo XVIII, en el que los humedales anegaban buena parte de zonas de Aragón que ahora están prácticamente secas. Es el caso de la antigua laguna del Cañizar, localizada en su mayor parte en el término municipal turolense de Villarquemado, ahora tan sólo un vestigio de lo que fue uno de los mayores humedales de Europa, y que debido a las enfermedades que se le atribuían, como es el caso del paludismo, se drenó hasta dejarla prácticamente en un prado surcado por múltiples acequias.

El Ayuntamiento de Villarquemado estudia actualmente la posibilidad de recuperar al menos 120 hectáreas con la ayuda de la Confederación Hidrográfica del Ebro, que es la encargada de redactar el proyecto. "Aún estamos dando los primeros pasos", dice el primer teniente de alcalde, Pascual López, quien asegura: "El objetivo es poder participar tanto de los fondos europeos para la rehabilitación del humedal como para posibles iniciativas turísticas que se desarrollaran en torno al mismo".

Cámping

De hecho, el consistorio espera abrir un cámping en el límite justo de la laguna, donde se encuentra un área de recreo con paneles explicativos sobre la misma. "Tenemos finalizada ya la infraestructura, pero el cambio de normativa en las zonas de acampada ha retrasado su puesta en marcha. Necesitamos adecuarnos", apunta el edil.

El atractivo turístico no es la única razón que ha impulsado el ayuntamiento a recuperar este humedal. Desde el punto de vista medioambiental, "la laguna del Cañizar es un tesoro natural cuya relevancia trasciende los límites del Alto Jiloca", dice el hidrogeólogo y doctor en Historia José Carlos Rubio, vicepresidente de la recién creada Asociación de Amigos de la Laguna del Cañizar y autor de un libro sobre las lagunas desaparecidas del Alto Jiloca.

Precisamente, la escasa superficie que en la actualidad permanece encharcada alberga gran variedad de especies, algunas en peligro de extinción, tal y como han señalado los miembros de la Asociación de Ecologistas en Acción OTUS, preocupados por la supervivencia de aves migratorias como el Carricerín cejudo.

Un gran estudioso del agua en esta zona de la provincia es el que fuera párroco de Cella, Pascual Deler, quien fecha entre los años 1729 y 1732 las obras que, dirigidas por el arquitecto italiano Domingo Ferrari, acabaron por drenar definitivamente la laguna tras múltiples intentos llevados a cabo desde que se excavara la Fuente de Cella, en los primeros años que siguieron a la Reconquista.

Los orígenes del agua subterránea de la laguna del Cañizar son, precisamente, los mismos que la Fuente de Cella, donde confluyen las corrientes del gran acuífero que se extiende a lo largo de la Sierra de Albarracín, añade José Carlos Rubio.