El no es no se coló ayer en la Audiencia Provincial de Zaragoza durante un juicio por agresión sexual a dos jóvenes de 15 años. En el banquillo se sentó un militar que, supuestamente, no paró el acto sexual cuando uno de los menores le pidió que lo hiciera porque le estaba doliendo. A ello se sumó la agravante de que las víctimas eran menores, aunque los tres se conocieron en Grindr, una aplicación de teléfono móvil para adultos gays y bisexuales.

El encausado, D. M. C. V., de 30 años, explicó a los magistrados que en ningún momento pensó que eran menores de 18 años, que era la edad que ellos tenían en dicha app. «Dijeron de venir a mi casa a hacer un trío, les abrí, lo hicimos y me enteré de que eran menores cuando días después me detuvo la Policía Nacional», explicó.

Añadió que ellos fueron los que llevaron en todo el momento la iniciativa, describiendo felaciones, así como dobles penetraciones. «Antes de empezar hasta se metieron al baño a lavarse y usamos preservativo», resaltó. Recordó que días después uno de ellos timbró en su piso para volver a mantener relaciones sexuales, pero que le dijo que no podía, que tenía que salir a trabajar.

Los denunciantes, por su parte, reconocieron que «mintieron» en su edad, pero que pusieron 18 años porque era la menor que permite la aplicación del móvil. No obstante, aseguraron que nada más entrar a la casa del enjuiciado le dijeron que tenían 15 años y que D. M. C. V. les contestó «que daba igual». «Solo hace falta verme para saber que no soy mayor de edad», explicó uno de ellos.

EXPERIMENTAR

También reconocieron que si ellos se habían activado una cuenta en Grindr era porque «querían experimentar» y, por lo tanto, mantener relaciones sexuales. Sin embargo, insistieron en que en un momento dado dijeron de parar.

Uno de los jóvenes, que padece un estrés postraumático tras lo sucedido que le ha llevado a autolesionarse en los brazos, aseguró que mientras estaba siendo penetrado por el encausado le solicitó que depusiera su actitud. «Le pedí que parase, me dolía mucho, pero el siguió violándome», aseveró, mientras detallaba que su amigo le estaba dando «toquecitos» en la espalda para que le hiciera caso y dejara de penetrarle.

Una afirmación que sorprendió al abogado de la defensa, Cristian Monclús, quien le preguntó por qué después de haber sufrido eso, hubo otra penetración posterior. «No sabía lo que estaba pasando, era mi primera vez, no sabía qué hacer, estaba perdido», le contestó.

Una declaración muy similar hizo el otro menor que incidió en el dolor que estaba sufriendo su amigo durante la penetración. Explicó que en un momento dado abandonó el salón porque una amiga suya, con la que habían estado una hora antes, le estaba llamando al móvil. «Como no nos dejaba coger el teléfono, le dije que era mi madre, que me iba al baño», manifestó.

Ella pudo escuchar cómo el otro chico pedía que parase la relación sexual que hasta ese momento había sido consentida, tal y como admitieron todas las partes. Unos gritos que podrían ser de placer o de dolor. Un extremo que fue preguntado a la testigo por parte del abogado de la acusación particular, José Cabrejas. «Oí ‘para’ muchas veces, eran de estar sufriendo», sentenció.

Las psicólogas forenses presentaron sus informes, destacando que el relato de los menores era creíble y que uno de ellos tiene secuelas psicológicas, tras lo sucedido. Por todo ello, el fiscal José Luis Hedo solicitó una condena de 16 años de prisión por dos delitos de agresión sexual, mientras que Cabrejas pidió 12 años solo por la violación a uno de los jóvenes. Monclús defendió la absolución y que se tenga en cuenta el pago de 14.000 euros de indemnización.