En la Región de Murcia, las pancartas con el lema Agua para todos sólo penden ya de los edificios oficiales, donde las deben renovar cada poco pues se las ve nuevecitas y muy pulidas. Pero se equivocará quien piense que en el Levante español ya se han olvidado del agua del Ebro o que la ministra Narbona les ha convencido de que las desaladoras son la solución justa al problema de la falta de agua.

De hecho ni en Valencia ni en Murcia pueden dejar de lado la cuestión del agua puesto que su desarrollo urbanístico mantiene una altísima velocidad de crucero y la construcción de apartamentos, urbanizaciones y auténticas ciudades a lo largo de la costa trae consigo la sed de los nuevos vecinos, de sus jardines, piscinas, servicios y por supuesto los famosos campos de golf. Desde Vinaroz a la mismísima Costa del Sol, el Arco Mediterráneo continúa poblado por un espeso bosque de grúas. En cada calle o en cada lugar bajo el sol las inmobiliarias parecen ser un negocio omnipresente.

La masiva urbanización y el ajardinamiento de zonas que se cuentan entre las más áridas de España combina la oferta de un sol seguro (en otoño el clima es verdaderamente maravilloso) con la imposibilidad de encontrar sobre el terreno unos recursos hídricos que ya han sido agotados previamente o sometidos a una sobreexplotación y un deterioro cualitativo inauditos. La Comunidad Valenciana y sobre todo Murcia han reducido de forma ostensible sus áreas protegidas hasta limitar en grado sumo las zonas de reserva integral. Algunos de los más hermosos paisajes costeros de España, cuyo valor ecológico es (o era) incalculable han sido entregados a la voracidad inmobiliaria. Así, en el Montgó, teórico Parque Natural situado entre Denia y Jávea, apenas hay ya espacios libres de edificaciones. Donde la sierra se lanza sobre el mar, los primitivos chalets construidos a finales de los sesenta o a principio de los setenta han sido rodeados luego de otros más y ahora se construyen urbanizaciones enteras de alto standing que trepan por los montes sustituyendo la vegetación autóctona por edificaciones de los más variados estilos flanqueadas por palmeras y otras especies foráneas. Desde el cabo de la Nao ya no se contempla sólo el impresionante paisaje de la costa avanzando sinuosa por el sur hasta el peñón de Ifach; ahora cada cala, acantilado o peña, cada rincón del litoral está salpimentado de casas y casitas, algunas de ellas en emplazamientos inverosímiles. Bajando a las impresionantes ensenadas, todavía es posible ver algún precario terreno que se ha librado del ladrillo. Los más significados de tales lugares intactos (cuya extensión no suele superar los cuatro o cinco hectáreas) aparecen ampulosamente rotulados como Microrreserva de flora . Parece una broma.

Estamos hablando de regiones que han desarrollado al máximo sus infraestructuras de transporte apoyándose no sólo en la buena disposición que han tenido hacia Levante los gobiernos de Aznar, sino porque han disfrutado y todavía disfrutan de los fondos europeos del Objetivo Uno. Las autovías se han multiplicado. A orillas del maltratado Segura, Murcia capital crece a un ritmo tremendo, al igual que otras localidades. Y hace falta más y más agua. Agua barata, se supone. Buena parte de la población levantina ha sido convencida por sus gobernantes de que es posible traer desde el Ebro grandes caudales de buena calidad a precios irrisorios. Con ello se podría mantener en marcha el infernal mecanismo de la urbanización incesante y la paralela ampliación de los cultivos. Porque lo cierto es que si la incesante actividad constructora se parase, aunque fuera parcialmente, la peculiar estructura económico creada en el Levante entraría automáticamente en crisis.

Edificar y edificar, y rodear las nuevas áreas urbanizadas de servicios hosteleros y de todo tipo. Se supone que los jubilados de media Europa van a seguir viniendo en masa. Esta actividad no sólo afecta a la costa. También a las serranías y a los estrechos valles perfilados por los ríos de la vertiente mediterránea; como el agobiado Segura, en torno al cual se diseñan también urbanizaciones. Da la sensación de que este frenesí urbanístico, que mueve sin duda grandes cantidades de dinero, es una especie de huida hacia adelante, porque si el proceso se para se acabó el chollo. No todos se dan cuenta de que éste es un modelo extraordinariamente frágil e imposible de sostener ad infinitum. Las gentes más lúcidas ven con claridad que el proceso actual encontrará tarde o temprano sus límites, pero la mayoría social piensa que el milagro durará toda la vida.