Las mascarillas se han convertido, medio año después de que su uso se hiciera obligatorio, en un complemento más y en la herramienta principal para evitar contagios por coronavirus. Son un aliado clave, pero al mismo tiempo están generando un problema medioambiental. Al ser de plástico, los cubrebocas pueden perdurar en la naturaleza hasta 400 años. Pero la ciencia se ha puesto manos a la obra para conseguir que este elemento disimulador de sonrisas sea reciclable y reutilizable.

Este mismo jueves, el Instituto Tecnológico de Aragón Itainnova, adscrito a la consejería de Ciencia de la DGA que dirige Maru Díaz, presentó las conclusiones de un estudio con el que han demostrado que las mascarillas pueden reconvertirse en virutas de plástico para poder fabricar después pequeñas piezas de plástico como perchas, macetas, juguetes o, incluso, piezas de automoción.

La principal dificultad del proceso es la desinfección del material (el coronavirus puede sobrevivir hasta tres días en el plástico una vez que el cubrebocas se ha tirado a la basura) y porque no existen puntos específicos de recogida de mascarillas usadas.

Además, Itainnova ha ideado un proceso de reciclaje en el que no es necesario separar los diferentes tipos de plástico que conforman las mascarillas. Primero se desinfectan con alcohol y con calor, después se trituran y, por último, el plástico fundido se introduce en el molde con la forma deseada del objeto que se quiere crear. Los propios trabajadores del Instituto ya lo han probado con sus cubrebocas y obtuvieron unas «piezas de geometría definida».

Las capas que forman los filtros de las mascarillas están basadas principalmente en polipropileno (PP), material que podemos encontrar en piezas como las fundas de las propias mascarillas, las pinzas de la ropa o en pequeñas piezas de nuestros coches, entre otros productos. Otro de los materiales que forman las mascarillas es el politileno (PE) que en nuestra vida diaria lo podemos encontrar en las bolsas, o en los botes de nuestros geles. En menor cantidad también está el polietileneterfatalato (PET) que es el material de las botellas de agua. El proyecto ha sido impulsado por la investigadora Cristina Crespo y la directora del centro, Esther Borao.

Mascarillas que duran cinco días

Pero convertir las mascarillas en una maceta de plástico con forma de gatito no es la única opción, aunque pudiera ser la más atractiva. La empresa aragonesa Making Mask, de reciente creación, han conseguido crear la primera mascarilla higiénica reutilizable certificada por AENOR. El producto se llama MM BIO y busca dos cosas: reducir el impacto medioambiental que generan las mascarillas (las higiénicas normales tendrían que desecharse después de cuatro horas de uso) y conseguir una mayor seguridad son tener que llevar una FFP2, que suelen resultar más molestas de llevar porque dificultan más la respiración.

Así, estas mascarillas, fabricadas con nanofibras, pueden ser usada hasta cinco días sin perder propiedades, admite 10 lavados, y ha obtenido unos resultados de filtración bacteriana del 99,9%. la planta de Making Mask está en Zaragoza y su previsión es poder fabricar hasta 2.000.000 de unidades al mes. Por el momento ya emplean a cuatro personas directamente y a otras tres indirectamente. Y reducen el impacto del covid en la naturaleza.