Ian R. B., el dueño del bar Göia que casi mata a puñaladas a un camarero suyo el pasado domingo en Zaragoza, no quiso declarar ante el Grupo de Homicidios de la Jefatura Superior de Policía de Aragón, aunque sí lo hizo, de forma espontánea, ante los agentes de la Policía Nacional que consiguieron reducirle con sus armas defensivas. Según fuentes consultadas por EL PERIÓDICO, este hombre de 34 años y de origen francés aseguró que lo hizo por una cuestión de celos.

Concretamente, explicó que Alejandro, el joven de 28 años al que asestó puñaladas en cabeza, tórax y abdomen, le había dicho minutos antes que se había acostado con su exmujer. Que se lo había confesado en un momento de sinceridad, «tras consumir unas rayas de cocaína» en el interior del establecimiento, una vez cerrado al público.

Una versión que se suma a la realizada ante el juez de guardia, asistido por la abogada María Martínez de la Llana. Ante el magistrado, que ya se ha inhibido a favor del titular del Juzgado de Instrucción número 11 de Zaragoza que será el encargado de investigar el caso, explicó que lo hizo en defensa propia, después de que fuera a agredirle con un martillo la víctima. A pesar de todo ello, el juez decretó el ingreso en el centro penitenciario de Zuera por un delito de tentativa de homicidio.

OTRA VERSIÓN / Alejandro, la víctima de esta brutal agresión, asegura que el que iba a usar el martillo en su contra era Ian R. B. «Lo usaron para reparar una avería de una de las cámaras, pero cuando vi que algo raro le pasaba decidí apartarlo de su vista», explicó a este periódico en una entrevista concedida el pasado martes desde el hospital Miguel Servet de Zaragoza.

Este joven mantiene que todo ocurrió después de que la víctima y el agresor se quedaran en el interior de local tomando un par de cervezas, tras recoger y limpiar el establecimiento. En un momento dado y sin explicación alguna, I. R. B. le habría preguntado si tenía algún tipo de relación con su exmujer, con la que el hostelero mantiene varios negocios, a pesar de estar separados. La víctima lo habría negado, si bien la respuesta no gustó al agresor, quien se metió detrás de la barra y cogió dos cuchillos para agredirle. Lo hizo con uno de sierra.

Ante ello, Alejandro decidió salir corriendo, tirando a su paso varios taburetes para tratar de evitar que le alcanzara. No lo consiguió y en la calle José María Lacarra fue apuñalado. «Si llega a acuchillarme dentro del local no se entera nadie y me hubiera matado, a saber qué hubiera hecho conmigo luego», explicó este joven que permanece ingresado en el hospital universitario Miguel Servet de Zaragoza mientras evoluciona favorablemente de las heridas.