"Hay que estar un poco pirado para dedicarse a esto" . Con esta frase explicaba Gabriel Alvarez, un doctor zaragozano de 49 años, la pasión que siente por la papiroflexia, el arte de hacer figuras con papel, en una reunión informal de aficionados que ha tenido lugar este fin de semana en Zaragoza. Ayer por la mañana, en el colegio Pedro Cerbuna, cerca de medio centenar de personas de distintos rincones de España se ponían manos al papel, mientras sobre la mesa descansan sus obras: mosquitos, arañas, ranas, retratos...

En Zaragoza, ya desde los años cuarenta existe una asociación de este arte milenario de origen japonés. Fue un físico, Eduardo Gálvez, quien tuvo conocimiento del Origami , a través del escritor Miguel de Unamuno, quien lo practicaba. Y esa primera generación se ha ido renovando hasta hoy, que cuenta con 15 miembros, gracias al impulso realizado en 1980 por Gabriel Alvarez y Carlos Pomarón.

"Con 20 años, en una revista vi unas figuras con una poesía especial". Esa llamada le llevó a Gabriel, casado y padre de dos hijas, a averiguar cómo se hacían, sin la ayuda de un manual, con el simple mecanismo de doblar y desdoblar. "Tarde dos años en conseguirlo y desde entonces he creado unas 150 figuras". De hecho, ha ganado un premio nacional. "Suelo mantener esta afición en secreto (se ríe), no es muy normal dedicar horas y horas a esto, aunque me gusta compararlo con la música porque puedes copiar de otros o crear tus propias obras", añade Gabriel.

Para ello se puede seguir la corriente japonesa, en la que cabe usar la tijera y pegar distintas figuras, o la española, más hortodoxa y en los últimos cinco años más técnica. Elegido el estilo, uno puede pasar más de cuatro horas para hacer una pequeña rana, tras seguir cien pasos.

Paco Lombarte, otro miembro de la asociación, informático de 36 años, también se define como un loco: "No es común perder horas de sueño por hacer figuras de papel". A este hombre, el gusanillo le despertó al ver un pato hecho con un papel de caramelo. "Lo deshice y empecé a tomar notas", recuerda. Paco tenía 12 años, entabló contacto con la agrupación y se puso a fabricar: "Sólo se requiere perseverancia, bueno, y talento".

Lo mismo que hace Juan Antonio Díaz, de 11 años, desde hace cuatro. "Mi abuelo me enseñó un puchero de papel y...". En estos momentos para el miembro más joven de la asociación cualquier rato es bueno para seguir avanzando: en clase, haciendo deberes...

Mientras todos los reunidos charlaban amigablemente sin dejar de mover los dedos ni de mirar los manuales, hubo quien quiso iniciarse en este arte que se conoció en España en el siglo XVI y que cuenta con 600 socios. "¿Dónde puedo apuntarme para que me den clases?", solicitó Rosa García, de 51 años. "No siempre hay que hacer cosas para llenar la mente, me apetece relajarme", precisó. Para los interesados, los penúltimos lunes de cada mes un miembro de la asociación imparte clases en el colegio mayor Santa Isabel a partir de las 19 horas.