Ya era hora. Uno de cada cuatro profesores venía ocupando un puesto docente en régimen de interinidad. En algunos territorios, incluso más. Eso en la pública. Porque en la privada casi todos son fijos. Y conviene recordar que la inestabilidad del profesorado influye negativamente en la calidad. Un centro educativo con gran parte de su personal inestable difícilmente puede planificar a medio plazo para su proyecto educativo. Lo sufren en muchas escuelas e institutos del medio rural. Cada curso cambia más de la mitad de su plantilla docente.

Esta amplia convocatoria vendrá a dar una cierta estabilidad a los centros públicos. Al menos, a los colegios de Infantil y Primaria. Después les llegará a los institutos de Secundaria. En un par de cursos es de esperar que cambie el panorama. Estas oposiciones representan, por tanto, una apuesta por la enseñanza pública.

Las oposiciones a la docencia no son nada fáciles. Hay que estudiar. Mucho. Dedicar unos meses a revisar la normativa, tan cambiante de un año para otro. A preparar las programaciones. De asignatura y de aula. No debiera ser tan complicado. Es lo que se supone se ha estudiado en la Universidad. Y lo que hace cada profesor durante el curso si trabajaba de interino o en la privada. Luego llegan las pruebas. Como en cualquier otra oposición. Los nervios. La facilidad o no para empatizar con el tribunal. Eso también cuenta. Más de lo que parece. Pero ahí ya entramos en otra dimensión.

Todo sea por obtener un puesto de funcionario. O, al menos, por aprobar algún ejercicio para entrar en la lista de interinos. Porque de eso se trata. Otra cosa es el resultado final. ¿Sabe más el que saca mejor nota? ¿Se selecciona al futuro mejor profesor? Dudoso.

Habría que mejorar la formación inicial. Se repite una y mil veces. Incluso por quienes podrían hacerlo y, al parecer, no lo hacen. O no dan con la tecla. Porque no depende sólo de las administraciones públicas. Ni de la central, de la autonómica y o de la universitaria. Magisterio pasó de diplomatura a grado. El denostado Curso de Adaptación del Profesorado (CAP) se convirtió en un máster profesionalizante. ¿Y qué? ¿Hasta dónde ha llegado el cambio prometido? En algunas facultades, los estudios para el grado de maestro se asemejan en demasía a un tercero de bachillerato. Teoría y poca didáctica. En el máster de secundaria otro tanto.

El reciente Informe TALIS es muy ilustrativo. Un porcentaje significativo de maestros (20%) y muy alto de profesores de Secundaria (41%) no han recibido formación pedagógica en las aulas universitarias. A nadie le extrañe, por tanto, que se vean «obligados» a preparar las oposiciones con un «preparador». No sucede en otros países.

Por otra parte, el resultado de la oposición no predice si va a ser un buen profesor quien ha obtenido plaza. Tenemos ejemplos muy claros. En un sentido y en otro. La docencia es un oficio que se aprende con el tiempo. Y sobre todo, con interés. Se llame vocación o compromiso social. Para ser profesor se necesita algo más que aprobar un examen.

En resumen. Parece evidente que solo con lo que se aprendió en la universidad no se aprueba una oposición. Y que obtener plaza en un concurso-oposición no garantiza la capacitación profesional. Es decir, existe desconexión entre formación inicial, oposición y trabajo en las aulas.

Ahora las preguntas. ¿Por qué los programas universitarios no capacitan, ni de lejos, para aprobar una oposición? ¿Qué ha cambiado realmente en las facultades universitarias con la incorporación al Espacio Europeo de Educación Superior? ¿Qué conocimiento tiene gran parte del profesorado universitario que imparte clase a futuros docentes sobre los centros educativos de primaria y secundaria y sobre los procesos de enseñanza en contextos reales? ¿Cómo plantear un concurso-oposición más predictivo de la profesionalidad futura de un docente? ¿No habría que valorar aptitud y actitud ante una profesión con rasgos tan definidos como es la enseñanza? ¿Sirve para algo el actual año de prácticas una vez superada la oposición? ¿No debiera realizarse un período de inducción (prácticas tuteladas) de un año antes de incorporarse a la práctica profesional en las aulas? ¿Ese MIR docente debería ser antes o después de la oposición? Podrían ser muchas más…

Encontrar respuestas no es fácil. Pero, al menos, ya se están buscando. Aparecieron alternativas muy interesantes en el Foro Educar para el siglo XXI. Desafíos y propuestas para la profesión docente organizado hace unos meses por el Ministerio de Educación y van a concretarse todavía más en el informe que en fechas próximas hará público la Conferencia de Decanos de Educación. Por ahí se puede avanzar. Aunque habrá que superar muchas resistencias. Al tiempo.

A fondo