Vi esta Semana Santa a don José Ignacio Senao, vestido de cofrade, cumpliendo penitencia más que por él mismo (curado ya de espantos) por sus compañeros del PP y el revolcón que han sufrido. A Senao, personaje conciliador y dialogante, le cortaron las alas políticas sus propios conmilitones en recientes épocas de euforia pepera. Mira de qué les ha valido.

Durante los próximos meses, el Partido Popular atravesará en Aragón y en España momentos críticos. Tengo la sensación de que muchos de sus cuadros todavía no han entendido lo que ha pasado. Creen que en cualquier momento va a producirse un Deus ex machina inesperado que pondrá las cosas en su sitio: un catastrófico tropiezo socialista como el de la Asamblea de Madrid, un choque inmediato entre Rodríguez Zapatero y sus eventuales aliados, una pertinaz sequía que resucite el fenecido PHN, un renuncio en lo del regreso de las tropas desde Irak... En fin, un milagro. Esa urgencia nerviosa está llamada a convertirse en frustración. Los más lúcidos dirigentes populares apuestan ya por reorganizarse para preparar el retorno al poder a medio plazo con nuevos discursos y un paulatino distanciamiento del estilo Aznar, tan contraproducente. Pero los peperos-peperos no están por la labor. Todavía se ponen a tono escuchando a Zaplana sin entender el daño que tal personaje les hizo aquellos días de marzo. Aún no han comprendido que Mayor Oreja nunca será lehendakari , que no habrá trasvase del Ebro, que Teófila Martínez ha vuelto a fracasar y que Esquerra Republicana tiene ocho diputados gracias a la campaña que el propio PP le hizo a Carod Rovira.

Dicen que es difícil saber ganar; pero aún es más complicado saber perder; perder sillones, sueldos, coches oficiales, influencia, espacios en los medios... Es duro. El 10 de marzo pasado pudimos oír a Javier Arenas pronosticarle a Luisa Fernanda Rudi un cargo muy importante . Y ahora, ya ves. ¡Pobres peperos!