Uno de los protagonistas de las próximas elecciones europeas va a ser, con toda seguridad, la abstención. Todo hace indicar, en efecto, que su porcentaje batirá un nuevo récord en la todavía relativamente joven historia de nuestros comicios democráticos.

Lo difícil, el día después, será analizar las causas y procedencias de dicha abstención.

Por un lado, entra en la lógica que se abstengan los primeros votantes, cuya cifra, estadísticamente hablando, siempre suma unos cuantos cientos de miles.

Lo digo porque dieciocho años recién cumplidos parece una edad demasiado temprana para optar, libre y racionalmente, sin imposiciones del entorno, hacia una u otra visión partidista de la Unión Europea. Por otro lado, este segmento de voto juvenil se caracteriza por su impulso reformista y un cierto espíritu revolucionario, una avidez de cambios que podía beneficiar a las nuevas ofertas electorales.

Los jubilados, otro sector de gran trascendencia electoral, dado su creciente número y la atención con que siguen los acontecimientos políticos, al afectarles directamente muchas de las decisiones públicas relativas a sanidad, dependencia, inflación, poder adquisitivo, ectétera, tampoco parecen estar en conjunto especialmente motivados para acudir a unas urnas cuyo significado y causalidad les quedan remotos. Si votan, lo harán por fidelidad a sus siglas.

Un tercer segmento de amplio espectro son los desempleados. Un 25% de la población laboral, ahí es nada, se encuentra inactiva. ¿Qué esperanzas fundadas pueden tener los parados hacia un sistema que les ha privado de ingresos? ¿Seguirán votando al mismo partido que lo hicieron? ¿Apoyarán a otra opción radicalmente distinta, aunque no coincida con su ideología de fondo?

¿Y a quiénes apoyarán los indignados? ¿Qué partidos, supuestamente de izquierdas, se beneficiarán de esa amplia, magmática corriente de insatisfacción que ha venido sacudiendo la opinión pública española desde hace ya varios años?

Muchas preguntas, muchas incógnitas. Sin eludir la principal: ¿serán capaces los principales partidos, PP y PSOE, de amarrar el voto de los suyos y motivar a los españoles para que la consulta europea no sea un gran fracaso?