El presidente español, Mariano Rajoy, epató al francés, François Hollande, al subir a la carrera las escaleras del Elíseo y dejarlo atrás.

Por un momento, pareció que este nuevo y atlético Rajoy se transformaba en aquel Obama que baja o sube a la carrera las escalerillas del Force One como un bailarín o maratoniano en plena forma. Sólo que Obama corre con elasticidad, la mirada al frente, mientras Rajoy, tal vez por la presbicia, lo hace con la lomera baja y a punto estuvo de darse una piña. Su celérica actitud cogiendo carrerilla seguramente invitaría a Hollande a pensar, o a temer, que España corría más, que se le adelantaba, que aquel Rajoy a quien tan pasiego y tranquilón, abúlico y pastueño le habían pintado, un político que se fuma un puro así los territorios se le suban a las barbas, se le iba a presentar por sorpresa con un paquete dinámico de medidas para igualar a España con Francia. Incluyendo, claro estaba, esos dos grandes asuntos (pequeños flecos, en la negociación colectiva) que afectan a Aragón: la resurrección del Canfranc y el nacimiento de la Travesía Central del Pirineo.

Dos banderas, y no sólo ferroviarias, por las que nuestra Comunidad lleva décadas, qué digo, generaciones reclamando, pero que, seguramente, pasarán tal como están a la reivindicativa lucha de nuestros nietos: el Canfranc, reducido a un tren como aquellos del far west en que huían los Hermanos Dalton; y la mole pirenaica central igualmente impenetrable, sorda e indiferente a la demanda aragonesa.

Ni Marcelino Iglesias ni José Luis Rodríguez Zapatero lograron estos objetivos, y Rajoy y Luisa Fernanda Rudi llevan camino de terminar la legislatura habiendo asimismo perdido ambos trenes.

Nos quedan --no desesperemos todavía--, nuestros eurodiputados, ese pequeño pero selecto núcleo de representantes aragoneses cuya indesmayable labor viene produciendo... continuidad. Ahí teníamos, tenemos y, seguramente seguiremos teniendo a Verónica Lope (PP), Inés Ayala (PSOE) y, ahora, recién aterrizado en el Parlamento Europeo, a Pablo Echenique de Podemos. Éste ya ha dicho que de obra pública, túneles y excavadoras, nada, pues es ahí, según los Pablos, donde se genera la carrerilla de la corrupción. PSOE y PP, por su parte, elaboran estudios.

Mejor habría hecho Rajoy entrando al paso al Elíseo.